viernes, 1 de julio de 2016

Capítulo III - Parte 4.

Denian volvió a la posada tras que el consejo aprobara su idea. Fue acompañado por la única mujer de la sala que efectivamente era la abuela de Marie, Maud.
Cuando entraron los trabajadores se habían apoderado de aquello, había decenas de personas cantando y bebiendo al son del violinista que tocaba sobre el burdo escenario desafinando cada dos por tres.
Marie sonreía y tocaba las palmas al compás mientas que de vez en cuando paraba para servir alguna que otra jarra y Hannah estaba sentada al lado de la barra, sola y jugando con el collar de Denian.
Maud se dirigió hacia su habitación que estaba en el sótano sin decir nada y el chico se sentó al lado de la joven rubia.
La posadera se acercó rápidamente a él meneando sus espléndidas posaderas y clavó sus ojos en los de él.
-Eh, te he guardado un poco de la cena -dijo mientras rebuscaba bajo la barra.
Sacó un pequeño bulto envuelto en un pañuelo y comenzó a desanudarlo hasta dejar al descubierto un mendrugo de pan, tres salchicas ahumadas y dos manzanas.
-La sopa se acabó muy rápido -dijo excusándose.
-No pasa nada -sonrió.
Marie se alejó, la habían llamado para pedirle más cerveza y entonces Hannah se giró hacia el chico.
-¿Qué tal ha ido? -preguntó.
Denian le dedicó una pequeña sonrisa y puso su mano sobre la de ella que reposaba en la barra.
Ninguno de los dos la retiró, él acarició las suaves manos de ella y ella las ásperas y curtidas por las armas de él.
-¿Has cenado? -le preguntó el chico.
Ella negó y después bajó la vista.
-No tenía hambre... -dijo con un hilo de voz.
El chico esperó a que ella volviese a alzar su rostro y clavó sus ojos en los de ella intentando transmitir confianza.
-Tienes que comer -pidió-. Aunque sea la manzana.
La chica asintió y la cogió con cuidado. Le dio algunos suaves mordiscos bajo la atenta mirada del chico y después este comenzó a comerse lo suyo.
Al cabo de un rato Hannah se sintió demasiado cansada y subió hasta su habitación, Denian la acompañó y allí se despidieron.
El chico volvió a bajar y ahora el alcohol también corrió para él.
Pidió una jarra tras otra y fue pagándolas con el poco dinero que había llevado consigo, aunque a veces la chica lo invitaba a alguna.
La música acabó, el violinista pasó a por su dinero y se despidió de la chica.
-Adiós, guapa -dijo.
Después de aquello le dedicó una mirada a partes feroz, a partes celosa, al chico, casi diciendo 'esta fémina es mía', aunque pareció acobardarse al contemplar las armas del chico y una de las cicatrices que tenía cerca del cuello y se podía ver levemente a pesar de su camisa.
Cuando el chico se fue la gente empezó a apagarse y poco a poco fueron yéndose todos hasta dejar a la posadera y al ex-caballero solos en aquella salita.
Marie se sentó junto a Denian mientras este se acababa su jarra de cerveza y colocó una mano sobre su rodilla.
-¿Me ayudarías a recoger? -pidió con una pícara sonrisa y una chispa maliciosa en sus ojos.
Denian asintió levemente y se apuró su cerveza, después ambos comenzaron a recoger las jarras que había por las mesas y a meter los taburetes bajo estas.
Dejaron las jarras una a una bajo la barra en una cesta donde la chica guardaba todas las sucias y después ella le indicó que se sentase.
-Por ayudarme te voy a dar un poco de mi recompensa al final del día.
La chica trasteó entre los estantes que tenía tras ellas, llenos de botellas de vino, aguamiel, whisky y al final sacó una transparente que estaba llena de un líquido grisáceo.
-No sé ni como se llama, pero está riquísimo -sonrió-. Se lo compré a un mercader que vino hace un par de meses.
La botella estaba aún por la mitad, así que realmente la tomaba en muy pocas ocasiones.
Marie sacó dos pequeños vasos de madera poco más grandes que un dedal de un pequeño armarito que tenía a su derecha.
Llenó los dos dedales y después miró al chico.
-¿A la vez? -preguntó.
Ninguno de los dos dijo nada más, Marie se sentó a su lado y ambos se bebieron aquella sustancia mirándose a los ojos.
Repitieron aquello dos veces más, y en cada una de ellas la posadera se acercaba un poco más a Denian hasta que al fin ella se lanzó y le dio un suave beso en el cuello, que precedió a otro, y a otro, y a un mordisquito en el lóbulo de la oreja que acabó con ambos besándose apoyados en aquella barra.
El beso subió su intensidad y la chica acabó sentando sobre Denian, el uno frente al otro con sus piernas rodeándole y sus pechos apretados contra el torso del chico mientras se besaban.
Denian acariciaba su espalda y ella el pelo de él.
-Vamos... -musitó la chica separando sus labios.
Sus miradas se entendieron y él se puso en pie aún con ella enganchada como si fuese un bebé a él. Marie apoyó su cabeza sobre el cuello del chico mientras este subía las escaleras con ella en brazos.
Entraron en la habitación del pelirrojo y este la dejó con cuidado sobre la cama, después siguieron besándose ahí.
El chico le quitó sus vestido a Marie dejándola totalmente desnuda a excepción de unas enaguas que le quitó vorazmente.
Ella hizo lo propio, quitándole la camisa y dejando al descubierto su definido torso que acarició y besó.
La habitación estaba oscura a excepción de la luz de luna que entraba por la ventana que reflejaba a ambos e iluminaba sus ojos como un chispazo enaltecedor.
Al final ambos acabaron desnudos y retozaron toda la noche juntos entre las sábanas, como dos amantes locos de atar.
La noche fue desapareciendo y ambos se quedaron dormidos, ella con su cabeza sobre su pecho y él rodeándola con su brazo, como si aquello fuese una escena propia de un cuento de hadas para adultos.
El sol comenzó a entrar, pero no fue eso lo que los despertó.
La posada no abría hasta las cuatro de la tarde, cuando los jornaleros irían a trabajar, así que cuando pegaron una hora después del amanecer era obvio que era para Denian, aunque los dos se despertaron.
Marie se tapó completamente dejando solo su cabeza al descubierto y Denian tan solo se puso el pantalón antes de abrir la puerta.
Un chico joven, de unos quince o dieciséis años vestido con un tabardo azul que parecía ser nuevo aunque algo lleno de polvo por el tiempo estaba ahí y lo miraba con curiosidad.
-¿Qué quieres? -preguntó el pelirrojo restregándose los ojos.
El chico lo miró de arriba a abajo y después echó una pícara sonrisa a Marie que se escondía casi totalmente para evitar que el chico la viese y que Denian se topase con su rubor.
-Jones requiere tu...su atención. Los hombres llevan dos horas trabajando, desde antes del amanecer.
Denian asintió y cerró la puerta sin despedirse, después se dirigió a la chica.
-Volveré esta noche -dijo antes de darle un suave beso en los labios.
Ella sonrió y asintió, después miró como él se vestía.
La noche anterior había notado las marcas en su espalda mientras lo acariciaba, pero ahora que podía verlas con total claridad con la luz de el sol sintió un cóctel en su interior, no sabía si describirlo como rabia, ira, odio, pena, tristeza... Acabó decantándose con que no había palabra para ello.
Denian terminó de vestirse con la ropa del día anterior y después se colocó su cinturón con sus armas.
Miró una última vez a Marie, a la espera de que esta dijese algo, y así lo hizo.
-Tengo una duda, ¿por qué viajas con esa chica? -le preguntó-. No sois hermanos, y tampoco novios, si no no habríamos hecho esto.
El chico sonrió y se acercó a ella, mordió con suavidad su oreja y después le acarició el pelo.
-Tengo una deuda con su padre y esta es mi forma de saldarla.
Denian dejó atrás la posada y observó la muralla que estaban levantando alrededor del pueblo.
Jones había ordenado que toda la madera del aserradero se destinase a aquello y que de ahí en adelante este estuviese en pleno funcionamiento.
Tenían madera suficiente para levantar la mitad del muro, aunque por el momento solo llevaban los cimientos hacían una circunferencia perfecta alrededor de aquel conjunto de casas.
Si seguían a aquel ritmo y no se quedaban sin madera podrían acabar aquello para el amanecer.
Jones se acercó al chico y le sonrió, llevaba una bolsa en la mano que manejaba con sumo cuidado.
-Aquí tienes lo que me pediste -dijo entregándosela.
Denian asintió y se la enganchó al cinturón, era pequeña. Poco más grande que dos puños.
-Gracias -dijo el chico.
Jones sonrió y le señaló a los hombres, había más de doscientos niños, adolescentes, adultos y ancianos ayudando con aquello mientras que uno de los tipos que ropas caras que había conocido la noche anterior daba órdenes de aquí para allá.
-Construyen lo más rápido que pueden, pero mi explorador nos ha informado de que el enemigo se aproxima, y además con refuerzo. Unos cien hombres llegaron anoche a su campamento.
Tardarían como mínimo un día más en organizarse y ocho horas para llegar hasta la villa, y el chico lo manifestó así.
Jones suspiró aliviado y le pidió que le siguiera. Era lento y resoplaba, estaba mayor. A pesar de su impresión inicial en la que lo había creído más joven ahora el chico calculaba que aquel guerrero podría tener unos sesenta años y por sus manos había empuñado un arma en combate.
Se pararon frente a una herreria en la que al parecer también curtían cuero y un hombre que aprentaba noventa años y estaba totalmente calvo y rechoncho salió a recibirles sin necesidad de que pegaran en la puerta.
Los saludó efusivamente y les pidió que entraran en la tienda.
Dentro olía a cuero, productos químicos, fuego y hierro recién forjado.
El hombre trasteó en la trastienda mientras Jones miraba con una sonrisa pícara a Denian hasta que el...¿herrero? Volvió a salir de nuevo con algo en forma de espada envuelto en lino y un trozo de cuero bajo el brazo.
Dejó el objeto sobre una mesita auxiliar y este hizo un sonido metálico, después le mostró a Denian una bonita armadura de cuero acompañada de media docena de correas que servían para que esta se adaptase a su cuerpo.
Las piezas eran de un cuero rojizo que parecía de muy buena calidad y Denian las observó asombrado de que algo tan bonito se pudiese hacer en un pueblucho como aquel.
El pantalón tenía cuatro fundas para cuchillos, la pechera tenía otras dos bajo los brazos y una vaina en la espalda con bonitos grabados y dibujos florales.
-Esto fue de mi hijo -dijo el curtidor que se llamaba Jonathan-, y ahora quiero que sea tuyo -se lo entregó y después fue hasta el objeto envuelto-. Y esto también. Puede que nos salves, y si no lo haces tampoco servirá de mucho ya que todos estaremos muertos y yo no podré darle uso a esto, ni tu tampoco -mostró una sonrisa irónica y mellada y Denian supo que aquello no iba a malas.
El chico cogió ambas cosas y dejó la prenda sobre una mesita mientras desenvolvía la espada.
Parecía nueva aunque la única y muy fina mella que tenía la hoja denotaba que había sido usada en batalla.
El pomo de acero tenía un ciervo grabado y la empuñadura estaba forrada del mismo cuero rojizo. El arma era liviana y tan cortante que casi podía verse como rasgaba el aire a su paso.
-Gracias...-musitó el chico.
Era la primera vez que le regalaban algo material que no fuesen utensilios necesarios para la orden.
Jonathan le indicó donde podía pasar a cambiarse y así lo hizo.
Cuando salió llevaba aquella armadura que le quedaba como un guante, la espada en la vaina de su espalda que encajaba a la perfección y se ciñó unos guantes de cuero que Jones le había regalado con antelación.
Se dejó sus botas, por gusto y porque con aquella armadura no había ningunas y volvió a darle las gracias al anciano.
-Bueno, tenemos que irnos -anunció Jones-. Gracias, papá.
Jones esbozó una sonrisa y salió de allí, aquella hermadura había pertenecido a él por lo que pudo deducir después de aquel furtivo 'papá.'
La muralla había avanzado, era como medio hombre de alta en la mitad del recorrido pero la pila de madera seguía disminuyendo y subiendo más lentamente de lo que se gastaba.
Denian supervisó aquello durante toda la tarde, ni siquiera se paró a comer como tampoco lo hicieron aquellos hombres y cuando se hizo la tarde llamó a todos los que vestían el uniforme de la guardia.
Jones ayudó y pronto tenían a toda la guarnición ante ellos.
Setenta y ocho soldados. Diez de ellos con menos de quince años.
La guerra se acabaría cobrando sus vidas, ese fue el primer pensamiento de Denian antes de tener que zarandear la cabeza y volver a la realidad.
-¡Vuestro enemigo no son simples bandidos! -anunció mirando firmemente a todos y haciendo sonar los cuchillos que llevaba en las piernas y bajo las brazos al andar-. ¡Son soldados entrenados por uno de los imperios más feroces del mundo! ¡Su oficio es matar mientras que vosotros os dedicáis a dar paseos con un cuchillito en la cintura y ayudar a vuestras madres en el huerto cuando no hay nada que hacer!
Algunos metros más allá Hannah contemplaba aquello desde la ventana de su habitación con fascinación y miedo a partes iguales. La repentina firmeza de Denian la impresionaba, pero aunque no oía al chico parecía estar tratando con dureza a aquellos soldados.
Denian siguió con su discurso.
-¿¡Estáis dispuestos a morir por vuestras familias!? -exclamó.
Aquello habría sido algo más apropiado para Jones, pero él los habría tratado bien y el cometido del chico era enfurecerlos, quería que soltasen toda esa ira en el campo de batalla.
El chico se dirigió a Jones y puso una mano sobre su hombro.
-Quiero a todos los hombres con más de diecisiete años que no estén trabajando en la muralla aquí, armados con cuchillos, azadas, hoces... lo que sea -lo miró a los ojos-. Los del muro también tendrán que luchar llegado el momento.
Jones corrió por la villa a voz en grito mientras que Denian miraba a los hombres que tenía frente a él y los enseñaba a empuñar un arma sin clavársela ellos mismos.
Al cabo de una hora el oficial volvió con unas cien personas, entre ellas algunas mujeres y miró a Denian.
-Ojalá baste con esto -musitó.
La instrucción siguió hasta bien entrada la noche. Empezó diciéndoles a los miembros de la guarnición que enseñasen a los nuevos a empuñar los utensilios que llevaban y después, cuando todos supieron agarrar bien un cuchillo o una azada, les enseñó a formar y marchar.
Parecían monos armados peleándose por unos plátanos pero al cabo de unas largas horas consiguió hacerlos seguir una disciplina mínima.
Mandó a todos a descansar y observó la muralla, los hombres seguían trabajando y tanto el frontal como el flanco derecho tenía la altura de dos hombres, el derecho de uno y la parte trasera estaba a medio construir.
Denian fue hasta la posada y saludó al vacío ya que Marie no estaba ahí, la posada estaba vacía y oscura a excepción de la chimenea que calentaba la estancia. En aquella zona del mundo hacía frío. Después subió a su habitación pero antes comprobó que Hannah estuviese durmiendo pegando la oreja a la puerta. Silencio.
El pelirrojo se internó en su habitación abrió la bolsita, sacó los ingredientes y los dejó sobre la cama.
Él aquella noche no podría descansar, ni tampoco retozar con Marie. Quizás debería haberle dicho aquella mañana que esa noche estaría ocupado.
Denian comenzó a trabajar.


Para los que os incorporéis ahora, recuerdo:
Ésta novela la comencé con motivo del NaNoWrimo y cuando llevaba unas 20.000 palabras la dejé ahí, en la estacada. No he vuelto a tocarla desde entonces, pero era y es una novela que uso para evadirme y escribir al boleo, con incongruencias incluso y seguiré haciéndolo apartir de ahora hasta terminarla y subiré una parte semanal, los jueves, hasta que me quede sin capítulos escritos o la acabe. También la subiré a Wattpad para los que prefiráis esa plataforma que tengo abandonada y cuando la termine definitivamente subiré un PDF con la novela completa al blog.
Disfrutadla sin buscarle mucho sentido, que es lo que hay que hacer con ella.
Añado:
Mi forma de escribir ha cambiado muchísimo, hace casi un año y además esta novela fue escrita sin cuidado, sin pulir, sin darle el cariño que merecía y espero algún día poder reescribir todo esto y darle el mimo que merece.
Aún queda mucho para que lleguemos a lo que escribí hace dos semanas, pero estoy deseando que lo veáis. 
PD: Espero poder traeros pronto algo en lo que estoy trabajando y que trato como a mi hijo predilecto, a ver si hay suerte y no pierdo la inspiración que tanto he esperado para retomarlo.

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