jueves, 16 de junio de 2016

Capítulo III - Parte 2.

Se volvieron a poner en marcha sin decir nada, ambos montados en el caballo y Hannah agarrándose fuertemente al abdomen de Denian mientras que la cara de esta iba apoyada contra su espalda.
La chica cerraba los ojos y oía todo a su entorno imaginándose que no estaba ahí porque hubiese tenido que huir si no que había salido de excursión con su hermano y su padre. Intentaba sacar de su cabeza el recuerdo del día en que se habían llevado a su hermano.
Un grupo de diez soldados llegaron a su villa y comenzaron a buscar a todos los hombres en edad militar.
Conocían a su padre, uno de ellos era un antiguo compañero de este, y cuando lo reconoció lo saludó con un efusivo abrazo.
Aquel hombre le dijo a Dwayn que su hija debía unirse al ejército y este se negó, pero tenía que hacerlo. Dwayn ofreció ir en su lugar y no se lo permitieron, así que al final haciendo caso omiso a las lágrimas de Hannah se lo llevaron rompiéndole el corazón a ambos.
El caballo negro salió al trote de la arboleda y se volvió a internar en un camino que estaba desierto a excepción de un carretero con aspecto de brujo. Llevaba una larga barba gris y el pelo también largo y del mismo color enmarcando su cara que estaba completamente cubierta de pelo a excepción de sus ojos y su nariz, Hannah pudo ver sus ojos azules cuando le adelantaron y en un par de minutos ya lo habían dejado atrás, convirtiéndolo en una vana sombra.
Los jóvenes observaron en la lejanía un pueblo de un tamaño considerable, habría unas cien o doscientas casas en él, era casi una ciudad.
Denian sabía que los soldados del danta no tenían autoridad ninguna allí, aquello era territorio laico, Dahla no era alguien a quien se venerase allí, de hecho no había que venerar a nadie por obligación como se hacía desde al bosque cercano a la villa de Hannah (comunmente se le llamaba bosque de Fresto por el nombre de la villa que era este último) hasta el mar Tirrénico, allí por la antigua península ibérica.
Su caballo entró en la villa bajo la atenta mirada de un grupo de niños que jugaban al pilla pilla y estos comenzaron a seguirlos con la ilusión de poder tocar al caballo y hablar con los viajeros.
Los campesinos y los niños no se dieron cuenta de la armadura y la capa rojiza de Denian, pero sí lo hicieron los miembros de la guarnición de la ciudad.
El pelirrojo no se dio cuenta de aquello, tampoco se dio cuenta de como uno de los guardias más jóvenes entraba corriendo en los barracones e informaba al oficial al mando de aquello que rápidamente se enderezó su cinturón, colocó su espada con mango plata en este y salió de él para ver que ocurría.
En aquella zona el dialecto era algo distinto al que hablaban tanto Denian como Hannah, su idioma se hablaba en todo el mundo, se había establecido así tras el gran frío, pero los dialectos cambiaban en función de la zona y en algunas zonas se hacía casi incomprensible, por suerte hacía solo tenían problemas con las s, c y z, para ellos todo era una s.
El oficial salió del edificio alargado de piedra y con techo de madera en el momento en que Denian, después de atar su caballo a un poste, ayudaba a Hannah a bajar del animal.
-Señores -anunció intentando parecer firme-. ¿Me informan de que hacen aquí?
Denian dejó a la chica en el suelo y se giró, lo miró de arriba a abajo y contuvo una risilla al ver la tela que cubría su armadura. Era un tabardo azul cielo lleno de parches y remiendos colocado sobre una cota de malla vieja y que parecía estar apunto de romperse de un momento a otro, el chico apostó a que no aguantaría ni un buen espadazo.
El chico miró a los guardias que había tras él y se sorprendió por sus uniformes, eran aún peores que los de aquel oficial. Unos pantalones de cuero, unas botas del mismo material y un tabardo azul sobre una camisa de tela de saco blanca que la mayoría llevaban llena de polvo y manchas.
Si los hombres del danta llegaban allí tal y como Denian imaginaba acabarían con aquellos hombres y sus familias sin bajas algunas.
-Venimos de... -hizo una pausa intentando recordar el nombre de la villa.
-Fresto -se le adelantó Hannah con su dulce voz-. Unos hombres atacaron mi villa y él -miró a Denian y puso una mona en su hombro para continuar hablando con un hilo de voz-. Él me salvó, consiguió infiltrarse matando a uno de los soldados y poniéndose su uniforme.
El oficial se acercó y miró al pelirrojo de arriba a abajo, parándose en su barba que tenía casi la misma extensión que la suya propia.
La leve luz del sol que comenzaba a desaparecer en el horizonte se reflejaba en la calva del hombre que estaba al cargo de aquella villa que como supieron más tarde se llamaba Stugart cuando le tendió la mano a Denian.
-No sé por qué pero creo que puedo creeros -dijo mientras se la estrechaba-. Me han llegado noticias del ataque de Fresto esta mañana pero no creíamos que hubiese supervivientes. Me llamo Jones.
El oficial soltó la mano de Denian que iba enfundada en un guante de cota de malla y miró a sus hombres.
-Retiraos, pero antes que uno se llegue a la posada de Gertrud y les pague una habitación.
Jones esperó a que sus hombres se alejasen y después miró a los chicos, era la viva imagen de la preocupación.
-¿Créeis que podrían llegar hasta aquí? ¿Qué podrían atacarnos? -preguntó.
Denian suspiró, miró a Hannah y después a Jones.
-Atacaron Kest, el último bastión libre del antiguo reino de los Straufs. Había unos doce mil -hizo una pausa-. Y los miembros de la orden estaban con ellos.
Jones sabía a quiénes se refería y su rostro se crispó, pasó del miedo al terror absoluto.
-En la villa eran unos doscientos -continuó-. No había nadie de la orden, pero eran muchísimos y vosotros no tenéis armas ni armaduras para combatir contra ellos.
Jones asintió y se quedó dubitativo unos instantes después de volver a mirar al chico, ahora en su rostro había tristeza. Comprendía que su villa estaba perdida antes de entrar en batalla.
-¿Podemos vernos esta noche? -le preguntó Jones al chico-. Ahora os acompañaré a la posada y después mandaré a alguien a buscarte. Me gustaría que me ayudases a buscar una forma de sacar a todos de aquí, al fin y al cabo has sobrevivido una vez -hizo una pausa-. Y quítate ese uniforme a ser posible, mis hombres se empiezan a inquietar, mandaré a alguien que te lleve ropa a la posada en un rato.
Denian asintió y comenzó a seguir al oficial con Hannah a su lado.
Estaba harto de que el que tenía más armas y más tecnología pudiese hacer lo que quisiese con los pobres que tan solo labraban la tierra. Estaba harto de la corrupción de la orden y de los dantas. No tenía pruebas de que Johan hubiese sido el que había ordenado el ataque a la villa de la sala de piedra ni de que hubiese sido él quien había matado a Lady Straufs pero no se fiaba de él. No se fiaba de nadie allí. Karl era su único amigo de verdad en aquella hermandad y amaba lo que hacía, amaba lo que había sido la orden tiempo atrás y recordaba como imperios habían caído con su sola mención. Karl tenía cuatrocientos años y sabía que la orden ya no era nada de eso, sólo era temida por los más pobres en algunos cientos de kilómetros a la redonda, pero ya estaba.
Johan tenía casi setecientos años, era la persona más vieja que había pisado aquella tierra jamás.
Jones les dejó frente a un pequeño edificio de dos plantas con las paredes de piedras mal puestas y el techo de madera en cuya puerta había un cartel de madera con una jarra y una cama mal talladas en él.
Algunas personas no sabían leer, así que aquellos letreros servían como guía por allí.
Ambos jóvenes entraron y miraron la sala, había varias mesas con sus respectivas sillas, una chimenea y una pequeña tarima que hacía las veces de escenario a pegada en una de las esquinas. A su derecha tenían un barra en la que una chica de unos veintitantos años de ojos marrones y pelo caoba les miraba con curiosidad mientras limpiaba una jarra de cristal con un paño y algo de agua.
-¿Sois los que venís de Fresto? -preguntó-. ¡Pero qué digo! ¡Claro que sí! No tenemos muchos viajeros, y menos que lleven tantas armas -dijo mirando el cinto de Denian con sus cuchillos y la espada.
Denian la miró, era guapa y tenía un buen busto, además su sonrisa era encantadora.
-Sí, el oficial nos dijo que habían pagado dos habitaciones aquí para nosotros -dijo.
-¿Dos? ¿Dormís en individuales? -preguntó-. ¡Que suerte para mí!
Eso último lo dijo por lo bajo pero todos pudieron oírlo y el chico se sonrojó mientras que Hannah miró al suelo.
La chica los guió hasta la segunda planta mientras tatareaba una canción y después sacó dos llaves de un gran manojo. Le dio una al chico y otra a Hannah y después les indicó a que puerta correspondía.
La chica se llamaba Marie, se lo había dicho a ambos antes de volver a bajar hasta el bar.
Ambos entraron en sus habitaciones, todas eran iguales.
Una cama con una pequeña mesita en la que había una fuente con frutas, un armario vacío y pequeño cofre de madera.
Denian se tiró en la cama y cogió una de las manzanas que comenzó a comerse con muchas ganas mientras que Hannah por su lado se escondió entre la suave sábana de la cama y comenzó a llorar.
Su padre y su hermano estaban muertos y ahora estaba ahí, con un chico al que no conocía de nada pero que le había salvado la vida.
Denian agarró uno de sus cuchillos y desenvainó su espada.
La hoja de la espada la usó de espejo y con el agua que había en una jarra cerca de las frutas se humedeció la barba, después se comenzó a afeitar con el cuchillo.
Cuando terminó, unos diez minutos después, se miró. Hacía mucho que no se veía así, años. Tenía tan solo veintitrés años, era muy joven, pero si lo quería podría vivir siglos, tan solo tenía que ponerse el collar que Hannah llevaba al cuello, a ella no le serviría de mucho.
El momento estaba ligado al chico, si él moría el momento se destruía en apenas veinticuatro horas, pero aquel amuleto guardaba más poder que el de su vida.
El pelirrojo estaba perdido en sus pensamientos cuando alguien pegó en la puerta, era uno de los soldados de la villa ataviado con su tabardo.
Le dio un paquete envuelto en papel marrón, como el que se usaba para la carne, y después salió sin decir nada. Estaba asustado.
Denian se puso la camisa larga y blanca y los pantalones de tela negra, se dejó las botas del uniforme pero guardó todo lo demás en el cofre, todo excepto su cinto con las armas.
Un rato después Marie subió y al verlo sin su barba sonrió de oreja a oreja.
-Así estás mucho mejor -sonrió-. La barba no me gustaba tanto...eh, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí! Ha venido un soldado a decirme que Jones te requiere en el cuartel.
-Vale, gracias -dijo el chico.

Denian salió de la posada cuando ya era de noche y se dirigió al cuartel.





Para los que os incorporéis ahora, recuerdo:
Ésta novela la comencé con motivo del NaNoWrimo y cuando llevaba unas 20.000 palabras la dejé ahí, en la estacada. No he vuelto a tocarla desde entonces, pero era y es una novela que uso para evadirme y escribir al boleo, con incongruencias incluso y seguiré haciéndolo apartir de ahora hasta terminarla y subiré una parte semanal, los jueves, hasta que me quede sin capítulos escritos o la acabe. También la subiré a Wattpad para los que prefiráis esa plataforma que tengo abandonada y cuando la termine definitivamente subiré un PDF con la novela completa al blog.
Disfrutadla sin buscarle mucho sentido, que es lo que hay que hacer con ella.
Añado:
Mi forma de escribir ha cambiado muchísimo, hace casi un año y además esta novela fue escrita sin cuidado, sin pulir, sin darle el cariño que merecía y espero algún día poder reescribir todo esto y darle el mimo que merece.
Aún queda mucho para que lleguemos a lo que escribí hace dos semanas, pero estoy deseando que lo veáis. 
PD: Espero poder traeros pronto algo en lo que estoy trabajando y que trato como a mi hijo predilecto, a ver si hay suerte y no pierdo la inspiración que tanto he esperado para retomarlo.

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