II.
El sol caía
reflejando la sangre en el
suelo vertida.
Los aceros chocaban,
y la sangre se derramaba,
una y otra vez,
como si lloviese en aquel mísero lugar.
El sol se
encontraba tras la silueta del caballero que se acercaba a ellos a
cada instante como un jinete que anuncia la muerte.
Denian miró
a Dwayn con su bigote al que le había cogido un poco de aprecio y
tomó una decisión. Se llevó la mano al cuello y arrancó su collar
de cuajo.
-¡Coge esto
y métete en casa! -bramó-. ¡Guárdalo bien, volveré a por él!
Dwayn se
mostró reticente hasta que un par de segundos lo agarró y pegó la
puerta de su casa hasta que Hannah, con el pelo alborotado, le abrió
y la dejó entrar.
Se llevó
uno de los cuchillos del pelirrojo que en ese instante corría hacia
su caballo que esperaba atado a un poste cercano la casa.
Montó lo
más rápido que pudo y comenzó a cabalgar en dirección contraria,
huyendo de su verdugo.
Este tardó
poco en alcanzarlo, lo hizo cuando ya estaba a un par de kilómetros
del pueblo en el que lo habían acogido, y en el momento en que Johan
estuvo lo suficientemente cerca de él como para dispararle una
flecha a su caballo y hacerle caer Denian se dio cuenta de que este
no iba solo. ¡Maldita sea! ¿Por qué iba a ir solo el líder de la
orden? Eso es lo que pensó aquel chico antes de terminar en el suelo
con su arma a un par de metros de él.
El pelirrojo
rodó y se quedó bocarriba, observando como Johan se acercaba a él
con su espada en la mano mientras que Sir Joat
y Sir Louis observaban
aquello con una leve sonrisita en la boca, nunca les había caído
bien.
-¡Maldito
traidor! -gritó el de la barba monumental.
Denian
intentó alcanzar su hacha pero este la alejó de un puntapie.
-Si
sólo hubieses huídos... -musitó-. ¡Pero has matado a Lockwell!
Cuando
terminó la frase le clavó la espada a Denian en el vientre y la
sacó rápidamente.
El
joven se arrastró como pudo mientras que Johan volvía a asestarla
una puñalada con aquel aguijón, esta vez en la cadera.
Denian
fue lo suficientemente rápido como para alcanzar su hacha y
lanzársela a su exlíder
directamente al pecho, acertando de pleno.
Johan
se arrancó aquel enorme proyectil como si nada, aunque estaba
sangrando, y después se la clavó al chico directamente en el primer
lugar que alcanzó. Una...dos...tres...cuatro veces.
Y
la oscuridad se hizo ante los ojos de aquel chico.
Cuando
despertó estaba bajo la luz de una vela en una vieja cabaña de
madera que olía a húmedo.
Lo
habían envuelto en vendas, casi parecía una de esas momias que se
describían en los libros.
Notaba
su cuerpo dolorido por todos lados y una voz áspero y suave se oía
fuera, era de una mujer mayor, una anciana, que pareció escuchar que
el chico se había despertado y volvió a la habitación.
-Vaya,
el pequeño ha despertado -dijo cantarinamente.
Denian
giró la cabeza y se topó con una mujer bajita, podría medir poco
más de un metro, y tenía el pelo largo y cano cayéndole en cascada
y enmarcando sus marrones y cansados ojos rodeados de arrugas.
En
su pequeña y arrugada boca se esbozaba una pequeña sonrisa
juguetona y divertida.
-Estabas
ahí, muerto, cerca de mi bosque -continuó-. Bueno, muerto no, no
soy una bruja.
La
mujer se acercó a una alacena que había lejos del catre sobre el
que reposaba Denian y este pudo observar el viejo vestido negro de
tela de saco que llevaba puesto.
El
chico intentó hablar, contestar, pero de su garganta tan solo salió
un graznido por el que la anciana se volteó y volvió hacia él con
un pequeño cuenco lleno de un líquido viscoso y caliente.
-Bebe
-dijo llevando aquel cuenco hasta su boca-. ¿Sabes donde estamos,
pequeño?
El
chico terminó de beber y negó, realmente no sabía donde estaban.
-Estamos
en el bosque...-hizo una pausa-. La otra noche te vi, aquí mismo.
Por
la cabeza del joven pasó una idea, ¿eran de ella los ojos
inteligentes y astutos de hacía dos o tres noches? No, no podía
ser. Sus ojos se veían cansados, vacíos y faltos de vida, no podían
ser.
Denian
volvió a dormirse y cuando despertó la luz de la vela ya estaba
apagada y por la ventana que había al lado de su catre supo que era
de día, aunque si se guiaba por aquello cuando despertó por primera
vez también era de día, o al menos comenzaba a atardecer.
La
mujer ya no estaba y él se encontraba ahí, solo y desnudo de
cintura para arriba totalmente momificado y con el cuerpo demasiado
cansado como para moverse.
El
chico se puso en pie a duras penas y se acercó hasta la puerta,
cojeaba con el pie derecho y tuvo que apoyarse contra el quicio de la
puerta antes de abrirla y toparse con cientos de árboles rodeando
aquella casucha con aspecto ténebre.
Una
mano rozó su hombre y cuando se giró se topó con la anciana, de
nuevo.
Le
guió hasta el catre de nuevo y se sentó a su lado, tranquila y
elegante, esperando con paciencia a que dijese o hiciese algo, como
un gato.
-¿Qué...qué
me pasó? Y..y...¿por qué me ayudaste? -preguntó el chico.
-A
lo primero solo puedes responder tú -su voz sonaba firme y
decidida-. A lo segundo...es muy fácil. Se hizo de noche y cuando
salí a pasear y buscar plantas te encontré ahí, tirado y
desangrándote -hizo una leve pausa-. Media hora más y estarías
muerto.
El
chico la miró, entre extrañado y sorprendido, ¿paseando? ¿de
noche? Y en ese momento la anciana pareció notar lo que hacía, o
incluso leer sus pensamientos, y con dos palmaditas sobre el duro
colchón de la cama le pidio que se tumbara.
-Necesitas
descansar -anunció antes de volver a salir de la casa.
Denian
volvió a dormirse en apenas unos minutos se volvió a dormir
plácidamente. Estaba derrotado y abatido, no sabía cuanto llevaba
allí ni cuanto más estaría, pero en contra de todo pronóstico se
sentía seguro.
Aquellas
decenas de árboles, quizás centenas, rodeando aquella casucha y
dejando una distancia tan pequeña entre árbol y árbol que un
hombre más gordo o ancho de la cuenta no podría pasar le daban
seguridad y le afirmaban que estaban en lo más profundo del bosque,
ahí nadie, ni caballero de la orden, ni danta
ni ningún otro ser se atrevería a entrar.
La
suave respiración de otro ser humano contra su nuca despertó a
Denian que por unos instantes estuvo confuso hasta que con mucho
cuidado se giró y observó los ojos más bonitos que había visto
nunca. No tenían un color definido, pero por su delicadeza eran los
de una mujer y reflejaban aquella astucia e inteligencia que lo había
atemorizado en el bosque tiempo atrás.
Sin
saberlo se dejó llevar cuando unas suaves y lisas manos acariciaron
su cuerpo, empezando por la espalda y cayendo hasta las caderas
mientras que sentía como unos labios besaban su cuello con cariño y
un mimo únicos.
Él
buscó con sus manos y en un tiento consiguió tocar una suave y
desnudo estómago, sus manos continuaron hasta una pequeña mata de
vello púbico que acarició a la vez que las manos de aquella chica
se introducían en su pantalón.
Sintió
como con la otra mano unas uñas recorrían su cuello a la vez que
sus dedos se introducían en el sexo de ella.
Un
jadeo acompañado de un fuerte y firme gemido y aquella chica, o lo
que fuese, no pudo aguantar más.
Sacó
el miembro de Denian de su pantalón y se colocó sobre el chico a
horcajadas, cabalgándolo como si estuviese huyendo de mil soldados
que intentaban matarla.
Los
gemidos prosiguieron y él disfrutó de cada penetración y
movimiento del cuerpo de ella.
Sus
manos subieron mientras la chica seguía a lo suyo y acariciaron unos
suaves y uniformes pechos del tamaño de dos manzanas grandes. Joder,
eran perfectos, pensó el chico.
Un
fuerte gemido y Denian llegó al clímax. La joven lo hizo a su vez y
se dejó caer a su lado en la pequeña cama.
Sus
sensuales e inteligentes ojos lo observaron una última vez antes de
cerrarse y que el joven notase como una cabeza se tumbaba sobre su
pecho y la respiración de esta disminuía. Estaba dormida y él no
tardó mucho en hacerlo.
El
sol salió y el joven pelirrojo se despertó, no había nadie a su
lado y quizás todo hubiese sido un buen sueño, o eso es lo que
pensaba hasta que al mirar por la ventana y ver su propio reflejo se
topó con el pequeño arañazo que tiene en su musculado cuello.
No
sabía qué pensar, podía ser producto de su subconsciente o podría
haber ocurrido de verdad.
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