jueves, 5 de mayo de 2016

END - Capítulo I - Seis.

Cuando la noche cayó el joven pelirrojo ya había encendido una hoguera, pequeña para no alertar a los caballeros de la orden, ellos también estaban en aquel bosque y pasado un rato incluso pudo ver sus hogueras a varios kilómetros de su improvisado campamento.
La noche fue como la anterior, pero sin aquellos ojillos inteligentes y astutos que había visto el día anterior.
¿A quién habrían mandado a por él? ¿A Sir Dom Lockwell? ¿O a Sir Nathan Breck? Eran los dos mejores rastreadores de la orden y quizáslos más letales por eso una hora antes de que el sol saliese comenzó a andar con una pequeña antorcha en la mano.
Su estómago rugía cuanto más se acercaba, quizás no se hubiese despertado cuando llegase y con suerte llevaría provisiones consigo. Algunas verduras y si Dahla lo quería un poco de carne.
Empezó a amanecer y Denian apagó su antorcha, necesitaba las manos libres, estaba cerca. Podía oler las heces del caballo que llevaba consigo, y quizás en cierto modo podía sentir el calor del fuego que aún ardía.
Denian, sin pensárselo, corrió con su hacha en la mano hacia el enorme bulto que había bajo una manta cerca la hoguera y en ese momento notó como se clavaba en algo blando y no en carne y músculo como había pensado, justo después sintió una fuerte punzada en el costado y se dio la vuelta.
Frente a él estaba Lockwell con su espada llena de sangre en las manos y mirándole con firmeza, después el chico le asestó un fuerte golpe en el pecho reventándole parte de la armadura.
Su exhermano intentó volver a propinarle un golpe, esta vez en el corazón pero él fue lo suficientemente rápido como para retroceder y pegarle un puñetazo en la barbilla a la vez que el arma de este bajaba.
Sin pensárselo dos veces la hoja curva del arma de Denian se enterró en la montaña de pelo castaño de Dom y los ojos de este perdieron la vida.
El chico retrocedió y miró con miedo sus manos llenas de un líquido rojo, después recogió la manta que aún yacía en el suelo y con ella limpió su arma.
Lo siguiente que hizo fue recoger la bolsa de provisiones de aquel muerto y arrebatarle su capa la cual se puso cuando montó en el caballo negro y blanco que esperaba ahí, relinchando y pataleando.
Aquel día duraría unas seis o siete horas, si explotaba al máximo aquella montura podría llegar al pueblo más cerca y pasar la noche en una posada y de paso sería libre. La orden no mandaría a un nuevo explorador hasta pasada una semana, cuando se suponía que debía volver Lockwell, o al menos ese el procedimiento habitual. Nunca antes nadie había escapado con vida, o si había ocurrido no se sabía.
La tierra olía a nuevo, a limpio, era como si todo volviese a empezar en su vida, como si cada aroma, cada instante y cada sensación jamás hubiesen sido experimentadas por él o por nadie, así que cuando salió del bosque ni siquiera se dio cuenta, no hasta que su caballo chocó con una pequeña muralla de piedra que limitaba las tierras de un granjero que cuando Denian entró en sus tierras cai volando y rodó por la tierra estaba arando sus tierras y lo miró completamente asombrado.
-¡Eh, eh, chico! ¿Estás bien? -preguntó acercándose a él.
El pelirrojo soltó un gemido de dolor, aquello había terminado de romperle las costillas si no las tenía ya rotas.
Aquel hombre era regordete y bajito, con el pelo rizado y un bigote que le daba aspecto de fortachón.
-Sí...creo -musitó el chico dándole la mano.
Le ayudó a ponerse en pie y apoyarse contra el muro de yeso de su casa, parecía pequeña aunque seguramente tendría un sótano donde dormirían y guardarían las provisiones y la leña.
-Me llamo Dwayd, ¿dónde ibas así? ¡Casi matas a ese animal! -dijo mirando al caballo-. Es una pieza excelente y me vendría genial para...
-Pare, por favor -pidió el chico-. Le regalaré el caballo, trabajaré para usted, haré lo que quiera, pero pare.
Denian se llevó una mano a la cabeza, le dolía demasiado y no quería oír aquella voz de pito tan insistente.
-Está bien, muchacho -dijo guardando colgándose la pequeña hoz en el cinto-. ¿Quieres entrar? Casi es de noche.
Denian asintió y le siguió. Estaba muerto de hambre y el olor de puchero que le inundó nada más entrar en aquella pequeña casa con el suelo de madera y solo una mesa y seis sillas fue espectacular.
Vio como a su izquierda una joven chica con pelo de trigo y ojos de esmeralda cocinaba, era demasiado joven para ser la esposa de Dwayn así que Denian supuso que era su hija.
La joven le miró extrañada y después hizo lo mismo con su padre el cual tras unos segundos se acercó a ella y le dio un beso en la frente.
-Es un nuevo amigo -dijo-. Esta noche se quedará a dormir aquí, si él quiere.
Denian observó unos instantes al hombre, parecía campechano y humilde, no podía tener malas intenciones, o al menos no lo parecía, así que decidió aceptar la oferta y se ofreció a ayudarle a la mañana siguiente con las tareas del campo.
Aquello no era tierra sagrada, estaban fuera de las zona donde no se hablaba de noche por medio a los nocturnos, a pocos kilómetros así que aún existía la amenaza, pero era una amenaza tan débil que Denian no tuvo miedo, aunque Dwayn sí y cerró la puerta de su casa con varios cerrojos y un enorme tablón de madera que evitaba que la puerta se abriese.
Hannah, la hija del campesino, sirvió la cena y miró a Denian con una pequeña sonrisa a la vez que vertía un poco de su creación en el tazón del pelirrojo y este le devolvió la sonrisa.
Todos comenzaron a comer, el chico más rápido y con más voracidad que nadie. Llevaba sin comer dos días y sus tripas rugían como nunca.
La comida se acabó y todos se miraron sin saber muy bien qué decir.
-Bueno...-dudó un instante antes de decir su nombre- Denin, ¿cómo has llegado aquí?
Hannah le miró tras formular aquella pregunta con su dulce voz y después esperó a que este respondiera.
En su cara se pudo ver que no sabía que decir. No podía ser sincero, posiblemente la orden ofrecería una recompensa por él o cualquier explicación de como había llegado allí.
Se rascó la espalda y notó como la sangre se había secado justo donde Lockwell le había apuñalado, al menos Dwayn ya se imaginaría lo que había ocurrido y por su barba también tendría una ligera idea de quien era.
-He huido -dijo con voz seca y esperándose lo peor.
Ambos lo miraron con sorpresa, aunque la del hombre del bigote parecía más bien fingida y después se pusieron en pie.
-Pero...pero... -dudó Dwayn-. ¡Tienes que irte!
Cuando este se acercaba a la puerta Hannah le agarró del hombro y miró a su padre a los ojos.
-¡Papá! No puedes hacer esto. ¿Se lo habrías hecho a él? -preguntó la chica.
Dwayn bajó la mirada al suelo y después se apoyó contra la puerta para devolver la vista al chico.
-Tenía un hijo como tú... -comenzó a contar-. Un día vinieron, decían que servían a Dahla y se lo llevaron. Decían que necesitaban soldados y...y... -tanto él como Hannah lloraba ahora-. A la semana había muerto. Una emboscada en el bosque.
Ambos se abrazaron, padre e hija unidos en un cálido abrazo que apenas duró un minuto, después Dwayn se acercó al chico y le dio otro abrazo a él.
-Quédate...si quieres -musitó-. Pero si...si vienen prométeme que la protegerás -señaló a su hija-. A mí me da igual morir, pero necesito que la protejas.
Hannah escondió su rostro entre sus propias manos y continuó llorando. Aquella idea parecía aterrarle y no quería que ocurriese, era impensable para ella perder a otra persona y se podía ver en sus enrojecidos ojos verdes.
Las lágrimas cansaron a todos y Denian necesitaba dormir bien tras todo aquello.
Dwayn improvisó un catre con algo de heno que tenía ahí y colocó una de las mantas de las que disponía sobre la pila de este, después invitó al chico a dormir ahí y él aceptó de buena gana.
Hannah dormía a pocos metros de él y podía sentir el calor que esta emanaba, mientras que Dwayn dormía arriba, sobre la mesa del comedor la cual adecentaba con un par de telas rellenas de algodón. Este último roncaba como mil demonios juntos y hacía que todas las paredes de la casa vibrasen como si un ejército entero de caballería se acercase a aquella villa, aunque claro, aquellos caballeros ficticios no eran los únicos que estaban en camino aunque ninguno de aquellos inocentes que dormían plácidamente lo sabían.
No sabían lo que se acercaba a aquel sitio a pesar de que la noche estaba ahí, oscura y acechante, a la espera de poder tragarse a aquellos cualquiera que se acercase a ella tarde o temprano.
Él sol salió, y tanto Dwayn como Denian cogieron herramientas de cultivo y semillas y comenzaron a trabajar en el campo. Aquello era duro, aunque no tanto como un entrenamiento con Johan, uno de esos en los que o luchabas o acababas en la enfermería con una paliza de muerte.
Lo bueno de aquello es que de vez en cuando Hannah se acercaba a ellos con un par de jarras llenas de cerveza o vino y le alegraba la vista a Denian con su bonito y ceñido vestido de raso gris.
Estaban plantando patatas cuando el sonido de los cascos llegó hasta la villa, podía venir de cualquier parte pero los curtidos oídos del guerrero sabían que lo hacían desde el bosque. El viento soplaba a favor, así que aún seguían dentro y no tardarían mucho en llegar.
Dwayn notó el miedo en el rostro del chico y él también se atemorizó cuando este le tendió un largo cuchillo de caza que casi podría considerarse una espada pequeña.
-¡Hannah, joder! ¡Enciérrate! -le gritó a su hija.
Lo hizo justo cuando la sombra de un negro caballo comenzaba a verse en el fondo, justo cuando la silueta de un hombre con una larga, muy larga barba aparecía en el horizonte y Denian empuñaba con fuerza el hacha oxidada de su ya muerto padre.


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