jueves, 17 de marzo de 2016

End - UNO, capítulo primero.

Capítulo I.


Cuando el pasado cae,

la noche aparece

y los monstruos no resplanceden

ahí es cuando el mal

asola la sociedad.


I.







Un grupo de unos treinta hombres, todos ellos ataviados con largas túnicas negras que cubrían sus armaduras y armas, caminaban por el páramo nevado que siglos atrás había sido Berlín.
Observaban con curiosidad los altos edificios que llegaban más allá de lo que la vista llegaba a alcanzar perdiéndose entre las nubes y miraban con fascinación las viejas máquinas de batalla que se encontraban ahí, tiradas y abandonadas.
Los libros las llamaban coches pero para ellos no eran más que meras monstruosidades.
La ciudad estaba abandonada y lo único con vida ahí eran ellos y los animales que se alimentaban de las plantas que florecían bajo la nieve.
El sol cayó y la noche hizo acto de presencia ante aquel grupo que la temía más de lo que habían temido a cualquiera de sus enemigos así que se refugiaron en una de aquellas torres de cristal y prendieron una hoguera con la madera que llevaban en sus bolsas.
Nadie habló, simplemente bebieron y comieron bajo aquella fogata en silencio hasta que la cerveza y el whisky se acabaron. En ese momento el que parecía ser el líder por las grandes cicatrices que cubrían su rostro y la larga barba que le llegaba por las rodillas se puso en pie y empuñando un muslo de pollo miró a su alrededor, indagando en el alma de cada uno de sus hombres.
-Mañana -dijo lentamente- vamos a morir todos.
Cuando terminó su anuncio volvió a sentarse y el silencio reinó de nuevo.
Todos se fueron a dormir al terminarse la comida, todos excepto Denian Krans. Era el más joven y por eso le tocaba la primera guardia.
Denian tenía unos profundos ojos marrones que miraban de forma analítica el mundo que lo rodeaba. Llevaba la cabeza rapada aunque su pelo pelirrojo comenzaba a salir y a alborotarse y una barba espesa aunque tan corta que ni siquiera le llegaba hasta la nuez.
Entre los caballeros del trono su barba era su rango. Cuanto más ascendías en la sociedad más larga podías dejártela.
Aquella era una sociedad casi extinta, ellos eran los últimos y al día siguiente posiblemente ya no quedaría ninguno.
Siglos atrás, durante su auge el cual se dio tras la caída de la primera era, su deber era velar porque el trono del nuevo reino, Asnoa, fuese tomado por el heredero legítimo y posteriormente debían defenderle.
Tras la caída de la dinastía Strausf y el fallo en su cometido estos cayeron en declive y ahora solo quedaban treinta.
Todos los allí presentes eran hijos de antiguos miembros, nadie podía entrar sin ser parte de aquella familia.
Si sobrevivían al día siguiente Denian sería nombrado caballero y ascendido a guerrero de sexta clase, llevaba siete años en la orden siendo simplemente un recluta.
Denian observó la luna pasadas unas horas y por su posición pudo saber que ya eran más de las tres, llevaba nueve horas de guardia.
Se acercó a Georg y le despertó con dos suaves golpes en el hombro. No les hizo falta intercambiar ninguna palabra, simplemente Denian se tumbó donde había estado este otro y Geog fue hasta la puerta del edificio a relevarle.
El sol salió a las doce de la mañana, aquel día sólo habían tenido dieciocho horas de oscuridad.
Todos se despertaron con el olor del desayuno que preparaba Karl el cocinero, aunque era uno de los miembros más ancianos de la orden como su barba, que le llegaba hasta el ombligo, mostraba. Era oficial de segunda, más de lo que conseguían muchos en toda su vida.
Denin fue hasta él y se puso tras él, mirando el monte nevado que había sobre su cabeza. Pudo ver por encima de su hombro como este cocinaba sopa de verduras con carne de rata, era lo mejor que comían de día desde que habían salido de su ciudad, dos años atrás.
De noche estaba prohibido hablar, era una falta de respeto a Dahla así que ahora que había salido el sol por fin podían hablar y las primeras conversaciones empezaban a aflorar.
-Eh, chico -dijo Karl con su áspera voz-, ¿tienes un cigarro por ahí?
Denian rebuscó en los bolsillos de su túnica y sacó un cilindro metálico el cual abrió con un rápido movimiento de su dedo gordo y sacó un cigarette, como lo llamaba él.
Karl mostró una sonrisa mellada cuando se lo colocó en la boca y después Denin volvió a su lugar inicial.
Todos desayunaron y después se pusieron en camino mientras hacían bromas.
-...¡llevo tanto sin tocar a una tía que si viese a una cabra la cogería con las mismas ganas! -decía alguien a su espalda.
Dos horas después el grupo se paró frente a un bello edificio de planta cuadrada y con dos grandes torres con cúpulas en el techo a cada lado y otra que coronaba la entrada.
Los menos veteranos observaron aquello maravillados y no se dieron cuenta de que una lluvia de flechas caía sobre ellos desde las seis grandes ventanas de la segunda planta.
Algunos de aquellos hombres fueron lo suficientemente rápidos como para cubrirse con sus pequeños escudos (no mas grandes que la tapa de un barril de cerveza) pero seis de ellos no lo hicieron a tiempo y cayeron al suelo.
Los que no habían muerto en el acto se retorcían en el suelo a causa del veneno que impregnaba aquellos proyectiles y todos, incluídos los heridos, sabían que aquel veneno los mataría en menos de seis minutos.
Denin observó a los caídos, uno de ellos lo había hecho a tan solo un metro un de él y aún se estaba ahogando con su propia bilis.
-¡Vamos malditos mamones! ¡Moveos! ¡Por Dahla, moveos! -gritaba Sir Johan mientras su larga barba era mecida por el viento.
Entre todos ellos conseguieron mover la gran puerta de aquel edificio e introducirse en una gran mole de piedra que parecía estar apunto de caerse en cualquier momento.
Si alguno de los seis pilares que sostenían aquel lugar hubiesen cedido todos, incluidos los verdugos de sus hermanos, habrían muerto.
Los veinticuatro restantes formaron en I, seis encabezando la formación, doce en fila tras ellos y otros seis cerrándola.
Podían oír como un gran grupo se acercaba a ellos, podían oír sus armaduras chirriar y su respiración entrecortada por la excitación.
Ninguno de los allí presentes, ni siquiera la orden, había entrado en combate real en algunos años y por esa misma razón estaban atemorizados.
Cuarenta y dos soldados, todos con aspecto de reptil por sus armaduras escamadas se posicionaron frente a la orden haciendo un rectángulo perfecto y cerrando su formación.
Los veinticuatro errantes desenvainaron sus espadas y sin darles ni un solo instante a sus enemigos con una rapidez asombrosa sacaron pequeños viales que lanzaron contra aquel rectángulo y prendiéndolo.
El olor a quemado impregnó la sala y los gritos resonaron entre aquellas paredes de piedra después Johan ordenó a la mitad de sus hombres seguirle, entre ellos Denin.
Subieron hasta la segunda planta donde tan solo se oía un fuerte y agudo llanto que siguieron hasta entrar en una gran habitación en la que había una cama y varias sábanas tiradas por el suelo.
-¿Lady Strausf? -preguntó el líder-. Somos su equipo de rescate.
Unos profundos ojos verdes recorrieron a cada uno de los doce hombres con túnicas negras que había en aquel lugar, parecían emisarios de la muerte.





NOTA:
Ésta novela la comencé con motivo del NaNoWrimo y cuando llevaba unas 20.000 palabras la dejé ahí, en la estacada. No he vuelto a tocarla desde entonces, pero era y es una novela que uso para evadirme y escribir al boleo, con incongruencias incluso y seguiré haciéndolo apartir de ahora hasta terminarla y subiré una parte semanal, los jueves, hasta que me quede sin capítulos escritos o la acabe. También la subiré a Wattpad para los que prefiráis esa plataforma que tengo abandonada y cuando la termine definitivamente subiré un PDF con la novela completa al blog.
Disfrutadla sin buscarle mucho sentido, que es lo que hay que hacer con ella.


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