Capítulo I.
Cuando el pasado cae,
la noche aparece
y los monstruos no resplanceden
ahí es cuando el mal
asola la sociedad.
I.
Un grupo de unos treinta hombres, todos ellos ataviados con largas túnicas negras que cubrían sus armaduras y armas, caminaban por el páramo nevado que siglos atrás había sido Berlín.
Observaban
con curiosidad los altos edificios que llegaban más allá de lo que
la vista llegaba a alcanzar perdiéndose entre las nubes y miraban
con fascinación las viejas máquinas de batalla que se encontraban
ahí, tiradas y abandonadas.
Los
libros las llamaban coches pero para ellos no eran más que
meras monstruosidades.
La
ciudad estaba abandonada y lo único con vida ahí eran ellos y los
animales que se alimentaban de las plantas que florecían bajo la
nieve.
El
sol cayó y la noche hizo acto de presencia ante aquel grupo que la
temía más de lo que habían temido a cualquiera de sus enemigos así
que se refugiaron en una de aquellas torres de cristal y
prendieron una hoguera con la madera que llevaban en sus bolsas.
Nadie
habló, simplemente bebieron y comieron bajo aquella fogata en
silencio hasta que la cerveza y el whisky se acabaron. En ese momento
el que parecía ser el líder por las grandes cicatrices que cubrían
su rostro y la larga barba que le llegaba por las rodillas se puso en
pie y empuñando un muslo de pollo miró a su alrededor, indagando en
el alma de cada uno de sus hombres.
-Mañana
-dijo lentamente- vamos a morir todos.
Cuando
terminó su anuncio volvió a sentarse y el silencio reinó de nuevo.
Todos
se fueron a dormir al terminarse la comida, todos excepto Denian
Krans. Era el más joven y por eso le tocaba la primera guardia.
Denian
tenía unos profundos ojos marrones que miraban de forma analítica
el mundo que lo rodeaba. Llevaba la cabeza rapada aunque su pelo
pelirrojo comenzaba a salir y a alborotarse y una barba espesa aunque
tan corta que ni siquiera le llegaba hasta la nuez.
Entre
los caballeros del trono su barba era su rango. Cuanto más
ascendías en la sociedad más larga podías dejártela.
Aquella
era una sociedad casi extinta, ellos eran los últimos y al día
siguiente posiblemente ya no quedaría ninguno.
Siglos
atrás, durante su auge el cual se dio tras la caída de la primera
era, su deber era velar porque el trono del nuevo reino, Asnoa,
fuese tomado por el heredero legítimo y posteriormente debían
defenderle.
Tras
la caída de la dinastía Strausf y el fallo en su cometido
estos cayeron en declive y ahora solo quedaban treinta.
Todos
los allí presentes eran hijos de antiguos miembros, nadie podía
entrar sin ser parte de aquella familia.
Si
sobrevivían al día siguiente Denian sería nombrado caballero y
ascendido a guerrero de sexta clase, llevaba siete años en la orden
siendo simplemente un recluta.
Denian
observó la luna pasadas unas horas y por su posición pudo saber que
ya eran más de las tres, llevaba nueve horas de guardia.
Se
acercó a Georg y le despertó con dos suaves golpes en el hombro. No
les hizo falta intercambiar ninguna palabra, simplemente Denian se
tumbó donde había estado este otro y Geog fue hasta la puerta del
edificio a relevarle.
El
sol salió a las doce de la mañana, aquel día sólo habían tenido
dieciocho horas de oscuridad.
Todos
se despertaron con el olor del desayuno que preparaba Karl el
cocinero, aunque era uno de los miembros más ancianos de la
orden como su barba, que le llegaba hasta el ombligo, mostraba. Era
oficial de segunda, más de lo que conseguían muchos en toda su
vida.
Denin
fue hasta él y se puso tras él, mirando el monte nevado que había
sobre su cabeza. Pudo ver por encima de su hombro como este cocinaba
sopa de verduras con carne de rata, era lo mejor que comían de día
desde que habían salido de su ciudad, dos años atrás.
De
noche estaba prohibido hablar, era una falta de respeto a Dahla
así que ahora que había salido el sol por fin podían hablar y
las primeras conversaciones empezaban a aflorar.
-Eh,
chico -dijo Karl con su áspera voz-, ¿tienes un cigarro por ahí?
Denian
rebuscó en los bolsillos de su túnica y sacó un cilindro metálico
el cual abrió con un rápido movimiento de su dedo gordo y sacó un
cigarette, como lo llamaba él.
Karl
mostró una sonrisa mellada cuando se lo colocó en la boca y después
Denin volvió a su lugar inicial.
Todos
desayunaron y después se pusieron en camino mientras hacían bromas.
-...¡llevo
tanto sin tocar a una tía que si viese a una cabra la cogería con
las mismas ganas! -decía alguien a su espalda.
Dos
horas después el grupo se paró frente a un bello edificio de planta
cuadrada y con dos grandes torres con cúpulas en el techo a cada
lado y otra que coronaba la entrada.
Los
menos veteranos observaron aquello maravillados y no se dieron cuenta
de que una lluvia de flechas caía sobre ellos desde las seis grandes
ventanas de la segunda planta.
Algunos
de aquellos hombres fueron lo suficientemente rápidos como para
cubrirse con sus pequeños escudos (no mas grandes que la tapa de un
barril de cerveza) pero seis de ellos no lo hicieron a tiempo y
cayeron al suelo.
Los
que no habían muerto en el acto se retorcían en el suelo a causa
del veneno que impregnaba aquellos proyectiles y todos, incluídos
los heridos, sabían que aquel veneno los mataría en menos de seis
minutos.
Denin
observó a los caídos, uno de ellos lo había hecho a tan solo un
metro un de él y aún se estaba ahogando con su propia bilis.
-¡Vamos
malditos mamones! ¡Moveos! ¡Por Dahla, moveos! -gritaba Sir
Johan mientras su larga barba era mecida por el viento.
Entre
todos ellos conseguieron mover la gran puerta de aquel edificio e
introducirse en una gran mole de piedra que parecía estar apunto de
caerse en cualquier momento.
Si
alguno de los seis pilares que sostenían aquel lugar hubiesen cedido
todos, incluidos los verdugos de sus hermanos, habrían muerto.
Los
veinticuatro restantes formaron en I, seis encabezando la
formación, doce en fila tras ellos y otros seis cerrándola.
Podían
oír como un gran grupo se acercaba a ellos, podían oír sus
armaduras chirriar y su respiración entrecortada por la excitación.
Ninguno
de los allí presentes, ni siquiera la orden, había entrado en
combate real en algunos años y por esa misma razón estaban
atemorizados.
Cuarenta
y dos soldados, todos con aspecto de reptil por sus armaduras
escamadas se posicionaron frente a la orden haciendo un rectángulo
perfecto y cerrando su formación.
Los
veinticuatro errantes desenvainaron sus espadas y sin darles ni un
solo instante a sus enemigos con una rapidez asombrosa sacaron
pequeños viales que lanzaron contra aquel rectángulo y
prendiéndolo.
El
olor a quemado impregnó la sala y los gritos resonaron entre
aquellas paredes de piedra después Johan ordenó a la mitad de sus
hombres seguirle, entre ellos Denin.
Subieron
hasta la segunda planta donde tan solo se oía un fuerte y agudo
llanto que siguieron hasta entrar en una gran habitación en la que
había una cama y varias sábanas tiradas por el suelo.
-¿Lady
Strausf? -preguntó el líder-. Somos su equipo de rescate.
Unos
profundos ojos verdes recorrieron a cada uno de los doce hombres con
túnicas negras que había en aquel lugar, parecían emisarios de la
muerte.
NOTA:
Ésta novela la comencé con motivo del NaNoWrimo y cuando llevaba unas 20.000 palabras la dejé ahí, en la estacada. No he vuelto a tocarla desde entonces, pero era y es una novela que uso para evadirme y escribir al boleo, con incongruencias incluso y seguiré haciéndolo apartir de ahora hasta terminarla y subiré una parte semanal, los jueves, hasta que me quede sin capítulos escritos o la acabe. También la subiré a Wattpad para los que prefiráis esa plataforma que tengo abandonada y cuando la termine definitivamente subiré un PDF con la novela completa al blog.
Disfrutadla sin buscarle mucho sentido, que es lo que hay que hacer con ella.
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