jueves, 31 de marzo de 2016

END - TRES, capítulo primero.

Fue un veintidós de julio, uno de esos días que duran diez horas, los más largos del año.
Una gran comitiva llegó, más de doce mil soldados que acamparon a las afueras del pequeño pueblo que rodeaba la sala de piedra.
Su líder, el danta del este fue recibido por Sir Johan y todos sus hombres en la entrada del pueblo, todos mirando al suelo en señal de respeto.
Aquel hombre que parecía dominarlos a todos iba ataviado con una gran armadura de oro que bajo aquel sol le hacía parecer otro astro más. Su larga capa del mismo color que la nieve sobre la que pisaban le daba el aspecto de un dios, exactamente como él quería.
Los dantas eran algo así como representantes de Dahla y Den Plamenov era uno de los más poderosos.
-Venimos a rendir respetos a lady Straufs y a prestarnos al servicio -dijo mirando a Johan-. No sé si lo sabíais, pero con la muerte de la heredera el trono entra bajo el poder del líder de vuestra orden, o sea, vos.
Los ojos de Johan se iluminaron, obviamente lo sabía y Denin pudo notar aquello.
El pueblo comenzó una fiesta que duró hasta la noche, en la noche no se podían celebrar fiestas, para celebrar la llegada de aquellos hombres dispuesto a prestar ayuda a la orden.
Los soldados se divertían y bailaban con las jóvenes del pueblo mientras que en la misma sala que días atrás se habían cometido dos brutales asesinatos los miembros de la orden charlaban con el danta sobre cual sería su próximo paso.
-Creo que deberíamos atacar el bastión de Krest, nos han negado cobijo -siseó-. Podríamos haberlos exterminado, pero tenéis un tratado de no agresión y os lo habríais tomado como una ofensa... -hizo una pausa-. Aunque claro, si no hubiese sido porque vos, Johan, sois el nuevo heredero podríamos haber destrozado a la orden.
Rió, como si aquello que decía totalmente en serio tuviese gracia.
-Tendremos que esperar hasta que los días sean más largos, si la noche nos pilla batallando sus cadáveres...
Eso lo dijo Desmont, oficial de tercera clase y con la barba por su pecho.
El danta asintió y después se puso en pie.
-No hay más que hablar, mataremos a esos hijos de puta y mis hombres tomaran su fortaleza como base -se acercó a la puerta-. Cuento con que alimentéis a mis hombres.
Denin salió de la sala con los demás hombres y miró a su alrededor la oscuridad que sumergía a su pueblo, había demasiada gente ahí, tarde o temprano ocurriría algo o aparecería uno de los blancos.

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