domingo, 20 de diciembre de 2015

La realidad del 20D.

Aquel hombre de casi metro noventa se acercó a mí con una pequeña sonrisa y me abrazó con fuerza tras los bastidores, donde nadie los podía ver. 
Su barba, áspera pero a la vez tan gloriosa como la más suave seda, rozó mi mejilla y sentí como mil mariposas florecían en mi interior.
-Pedro, ¡hemos ganado! ¡Tenemos mayoria! -susurró con euforia en mi oído.
Mariano se separó de mí con cuidado y me miró directamente a los ojos, como escrutándome, buscando en mi interior.
-Pero seguimos sin mayoría... -dijo de forma pesimista-. No quiero pactar con Albert, no le pagó a mi primo la nieve la última vez, no es alguien de fiar.
Mi rostro se crispó y tuve que morderme el labio inferior para evitar soltar una exclamación de asombro y miedo. ¿Cómo íbamos a pactar? ¡Si pactábamos él se daría cuenta!
Lo miré y esperé unos instantes, conteniendo la respiración y sin saber muy bien qué decir.
-No...no puedo Mariano... -musité mirándome las manos.
Él se acercó a mí, de forma sensual y mostrando sus encantos de oso amoroso, daban ganas de achucharlo.
-Vamos Pedro...
Su boca se acercó a mi oído mientras hablaba y pude sentir como respiraba en mi nuca, era tan sensual, tan atractivo que...no pude contenerme.
Lo empujé y lo puse contra una de las paredes de su sede de Génova. Comencé a besarle el cuello y a morderle la oreja, sus gafas comenzaron a molestarme y opté por tirárselas al suelo. Oí un pequeño clack, se habían roto, pero me daba igual, las pagarían los contribuyentes y total, tampoco eran para tanto, con las nuevas ofertas de tchin tchin afflelou no saldrían muy caras.
Nuestros labios se fundieron en un calido beso y aproveche para introducir mis manos bajo su ropa, acariciando su peluda y suave espalda.
Una puerta se cerró a mi espalda y me separé de él asustado, pero ese susto no fue ni la mitad de intenso que el que sentí al ver a Pablo y su coletita mirándome directamente, crispado y asustado.
-Pa...Pablo, ¿qué haces aquí? -pregunté titubeante-. Eres de izquier...izquierdas, no debe...deberías...
No tuve tiempo de reaccionar, Pablo acababa de tirar un montón de panfletos al suelo en los que se podía leer: "Este año quizás, el siguiente te superaremos, Osito."
Había ido para eso...para darle un regalo a Rajoy como hizo con el rey cuando le regaló Juego de Tronos.
Rajoy me miró y sonrió de oreja a oreja, tranquilo y feliz de que ahora sí que podríamos pactar, independientemente de lo que le importase al pueblo, total, no eran más que meros perros del proletariado.
El líder de la derecha se acercó a mí y me acarició la mejilla, intentando tranquilizarme y haciéndome sentir único, después me besó y me tiró sobre una de las mesas del salón.
-Ya no tenemos que esconder esto Pedro... -me mordió suavemente-. Se acabó el bipartidismo...podemos unirmos y demostrar nuestra otra cara que también implica el prefijo bi...
No tuve tiempo de decir nada, él ya estaba desnudándome y besando mi esculpido y torneado cuerpo, después de aquello tan solo tenía como opción pactar. Seríamos la pareja más amada por la prensa rosa desde Lady Di y el Príncipe Carlos. Nos amarían y juntos dominaríamos España por siempre jamás.

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