martes, 4 de agosto de 2015

Herido.

Herido de soledad y de amor me hallo aquí, en la propia celda que forman los barrotes de mi corazón y la tristeza que a estos rodea.
Herido estoy y herido estaré hasta que alguien consiga sacarme de aquí, hasta que alguien consiga acabar con los demonios que devoran mi alma gris.
No necesito un nuevo amor, no necesito a alguien que me diga que me ama y me consuele, sólo necesito a alguien que me lea poesía y me deje léersela a ella, sólo necesito a alguien a quien ver sonreír y sonreír con ella, alguien que cure mis heridas con una caricia.
Es una pena que mi carcelera se largase tiempo atrás, pero más pena da que tirase la llave al más profundo mar, dejándome sin ninguna escapatoria.
A veces vuelvo a creer en el amor, vuelvo a creer en aquella sensación que me dejó así, vuelvo a creer en que hay una mínima esperanza de que el mundo vuelva a ser bonito y el mar vuelva a sonar como antes, pero no es así.
Recuerdo una de las últimas tardes, aún estabas junto a mi y yo salí a correr. Me paré frente a uno de mis lugares favoritos, me senté sobre una roca y observé el mar mientras en mis cascos se reproducía la misma canción que suena ahora mismo en mi móvil, mientras esa aterciopelada voz recorría mi cuerpo y me hacía pensar en ti.
Recuerdo como aquel cinco de septiembre también sonaba esta canción, sonaba mientras me duchaba y vestía entre temblores y nervios, te iba a ver. Te iba a abrazar.
¡Bah! No son más que estúpidos y vanos recuerdos, son cosas que quizás debería olvidar de una maldita vez y dejar atrás, quizás ellos sean los que aún me mantienen en esta prisión de barrotes blanquecinos en la que lo único que consigo oír es como mi corazón late lento y pausado, casi muerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario