lunes, 3 de agosto de 2015

Gritos.

Calla mis gritos. Cállalos de una vez, calla mi corazón roto que sólo gime tu nombre.
Calla las suplicas de este que tan solo son capaces de anhelar el roce de tus labios o la sensación de nuestras miradas al juntarse.
Acaba con los recuerdos que no hago más que gritar entre súplicas y lágrimas y destroza mi alma gris, destrózala una última vez si acaso puedes.
Retuérceme como tan bien sabes hacer y cállame, calla los gritos de mi corazón.
Podrías curarme, podrías curar todo aquel daño que hiciste y acabar con mis agónicos gritos a las cinco de la madrugada mientras mi alma sufre en mi interior, pero no, eso traería nuevos gritos y más veces en las que deberías callarme.
Calla al amor y calla cualquier sentimiento digno de ser sentido aunque sea una vez, acaba con él y déjame seguir sobreviviendo.
Me gustaría conocer al sádico que nos destinó aquel día, que unió nuestras almas con un hilo rojo, me gustaría saber quién es para escupirle a la cara todas estas palabras y decirle cuanto odio el desenlace que le dio a nuestro libro, para pedirle que rinda cuentas y cambie el final, aunque es obvio que no lo hará. Un buen historiador jamás se retracta de lo contado, jamás cambia el curso de la historia sólo porque el implicado se lo pida, y más si es un sádico llamado Amor.
Oigo como mi alma habla, oigo como me pide que siga gritando a pesar de que me tapo la boca con las manos para evitar que todo se derrumbe.
Lo cierto es que necesito un libro nuevo, uno escrito de otra forma o por otro sádico menos cruel, pero no, no lo quiero. Creo que nada más acariciar el libro lo tiraría a la basura porque me daría arcadas.
Una vez has encontrado tu historia, la historia que hace que se te erice hasta el último pelo y que palidezca hasta la última célula de tu cuerpo ninguna otra podrá igualarla, siquiera acercarse.
Cállame, calla una última vez mis gritos y acaba conmigo.











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