sábado, 11 de abril de 2015

Buen viaje.

Es gracioso como todo puede cambiar en apenas unos minutos o con solo unas palabras. Creía que eso sólo podía ocurrir en los libros, que eso no era más que una forma que tenían los escritores para jugar con nosotros, cambiar la trama sin ni siquiera darnos tiempo a procesar la información que estábamos recibiendo, pero no. No era así, esas cosas pasaban en la realidad.
Casi como un soplo de aire fresco había llegado ella tomando aquella posición que tenía a mi lado nueve meses y dieciséis días antes de que como la misma fugacidad con la que llegó, se marchase.
Me gustaría recordar a la perfección todas y cada una de aquellas palabras que contenía ese mensaje con el que dejó de formar parte de mi vida, pero mi cerebro, inteligentemente, eliminó esa información para evitar la autotortura, para evitar que pensase cada segundo en la primera y la última sílaba de aquello.
Recuerdo que decía algo así como: "Lo siento, pero la situación se ha hecho insostenible, tenemos que acabar." Pero estoy seguro de que no fue así, era mucho más largo y alentador, algo que jamás me habría esperado y que acabó calando hasta el último de mis huesos.
Puedo recordar a la perfección todo lo que pasaba en ese instante, recuerdo como iba en el coche, con mi padre sentado en el asiento del conductor y su pareja en el del copiloto, a mi lado estaba una amiga de ellas dos y tuve que contener las lágrimas aún sintiendo aquel maldito escozor que señala la tristeza hecha líquido, creo que se me escaparon algunas aunque nadie se dio cuenta. Suerte.
Ese día íbamos de camino a un pequeño pueblo en el que no tuve cobertura una vez llegué... Quince minutos después de haber recibido aquel mensaje.
Si lo hubiese mandado quince minutos después no lo habría visto hasta bien entrada la noche y todo se habría tornado un poco mejor aquel día.
Recuerdo la vuelta, el sol caía y yo miraba hacia el horizonte en busca de algo que me reconfortase, recuerdo como me hice el fuerte cuando tuve que decir que ella acababa de dejarme, argumentando que no me importaba, que estaba bien y que ya me esperaba aquello, siempre con un atisbo de tristeza en los ojos, el espejo del alma.
Los siguientes días fueron arduos, fueron lentos y dolorosos. Sin ella. Nunca me había sentido tan mal por nadie, por absolutamente nadie. Lloraba cada noche y no era capaz de decir su nombre sin que las lágrimas me embargasen.
Recuerdo aquella noche, treinta días después en la cena familiar, con todos preguntándome que cómo me iba con ella y yo teniendo que aclarar que ya no éramos nada.
Recuerdo como dos meses después vi una foto del mismo día en que todo eso había ocurrido, en aquel pueblo que espero no tener que volver a visitar nunca más, sobre la tarta de cumpleaños de mi padre. Aquella imagen me abrumó de una forma que odié y odiaré hasta el final de mis días.
Por suerte hay una noche de mi vida que no recuerdo, la única noche que me gustaría recordar. Sé muy poco de ella. Sé que lloré y gemí su nombre durante un buen rato mientras me abrazaban con fuerza, sé que me derrumbé hay en medio estropeando la noche a todos los que me acompañaban, sé que ellos me decían que no pasaba nada, que todo estaría bien tarde o temprano, que no merecía la pena.
A veces maldigo todos y cada uno de aquellos bellos instantes a su lado, maldigo cada vez que me acuerdo de su sonrisa o de algo relacionado con ella, maldigo como ahora mismo dos lágrimas caen sobre mis ojos, maldigo como cuando me echo más colonia de la cuenta recuerdo aquel día que nos íbamos a ver y me dijo que cuidado, no me echara mucha o olería a demasiada e hizo una broma con algo que le había pasado a una amiga suya, maldigo como me leía aquel prospecto del pegamento en su idioma natal mientras yo le decía que si lo hacía la besaría para callarla, maldigo aquel banco donde compartimos tanto, y maldigo el brillo de sus ojos mientras sonreía.
Maldigo los días como hoy. Maldigo cada día que pasa.
Supongo que he pasado página, han pasado muchas cosas en mi vida desde aquello pero aún no he sido capaz de tirar sus cosas a pesar de tenerlas escondidas en una maleta roja, la maleta roja, tras el armario, y sé que todo ha acabado.

Buen viaje.

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