lunes, 30 de marzo de 2015

Carta Efímera.

Esta será una carta efímera, será una carta dedicada a la fugacidad de mis palabras.
Puedo hablar en ella de cualquier tema sin importar a quien esté dedicado, puedo enseñaros los restos de mi pequeña y personal Roma, con su coliseo a medio derrumbar y sus calles adoquinadas con cientos de años.
Puedo hablar de cuan bella es aquella sonrisa con la que sueño cada semana alguna vez o incluso hablaros de cada instante que pasa en mi ser, de como lo vivo y lo siento.
Puedo daros a entender quien soy y quien fui, quien quiero ser y quien seré.
Puedo contaros miles de pequeños detalles que hicieron mi vida mejor desde hace algo más de un año.
Puedo hacer que me odiéis o me compadezcáis según las palabras que use en esta carta.
Pero simplemente contaré mi realidad, una realidad endulzada y subjetiva que no debéis creer en su totalidad, una realidad que jamás será totalmente real.
En cierto momento se siente aquello que nos abruma y nos hace felices de una forma indescriptible e innombrable, se siente aquello que puedes llegar a odiar, detestar y temer o necesitar, anhelar y querer por dosis iguales.
Yo sentí aquello, lo sentí con la fuerza de mil tempestades, lo sentí de aquella forma que creo que jamás podré describir, de aquella forma que aunque use dos mil o tres mil palabras e intente describirla un millón de veces jamás podré hacerlo.
Son casi las tres de la mañana mientras escribo esta carta y no tengo sueño, la verdad es que no tengo nada de sueño, pero mi vista si que se nubla y se enturbia, si que empieza a duplicar letras.
Cuando sentí aquello supongo que mil millones de luces me iluminaron acabando conmigo, dejando de lado a Efímero, aquel escritor y aquella persona que ahora veis y quizás os guste, la echó a un segundo plano y dejó fuera a otro yo que poco a poco fue mermándose y volvió a dejarme paso a mí, dejar paso al escritor que se escondía tras una capucha y guardaba su rostro tras las sombras, aquel que solo anhelaba que alguien se fijase en sus palabras, tal y como lo hizo ella cuando hizo que Efímero dejase de estar aquí.
Tampoco hay tanto diferencia entre Efímero y a quien ella dejó fuera, son casi la misma persona exceptuando un par de detalles que quizás den a Efímero todo aquello que le faltó.
He dicho en varias ocasiones que empiezo a ser quien quiero ser, que empiezo a ser lo que siempre quise, y así es, empiezo a serlo. Soy feliz a pesar de notar una breve falta a mi lado, a pesar de notar ese vacío que siempre ha estado ahí a mi lado en la almohada... La diferencia es que antes ese vacío estaba lleno. Ya fuese por un peluche o por su mero recuerdo.
Con cada parpadeo siento como mi alma vuela y se funde en el abismo que supone el mundo, siento como mis labios se tornan cada día en una sonrisa ladeada que no llega a ser aquella que esbozaba a diario tiempo atrás, siento como puedo ser alguien, siento como mis palabras fluyen desde mi mente hasta mis dedos aunque no tenga un teclado o un papel donde plasmarlas.
En más de una ocasión me he sorprendido a mi mismo moviendo los dedos en el aire como si bajo ellos hubiese un teclado o algo donde escribir lo que se me pasaba por la cabeza a pesar de tener en ese momento la mente en blanco tal y como hago ahora.
Quizás necesite algunas cosas antes de llegar al final de mi yo, quizás necesite aquella inyección de moral que tenía hace apenas seis o siete meses cada día, quizá necesite aquellas sonrisas que ensanchaban pómulos, quizás necesite esos abrazos etéreos y sin manos que recibía...
Hay tantos quizá en mí que podría estar escribiéndolos hasta que el sol cayese, podría estar haciendo que saliesen de mí decenas de palabras y de dudas, también de necesidades.
Tengo a mi gato dormido a mi lado ahora mismo, puedo sentir su leve respiración y oír su ronroneo mientras escribo, es tan efímero y bello hacerlo... Me relaja, me ayuda a seguir adelante con esta carta sin sentido, con esta carta que quizá jamás llegue a su destinatario.
Me duele la cabeza levemente de ver tantas letras frente a mí, ya escribo sin leer lo que escribo, casi como un autómata, parece que sé cuando me equivoco sin ni siquiera verlo ya que borro y vuelvo a escribir, es cuanto menos curioso. Supongo que estas palabras no las ha escrito mi cerebro, supongo.
Y creo que es hora de concluir esta carta, de dejar de alargar las cosas innecesariamente...

Atentamente:

Efímero.

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