domingo, 4 de enero de 2015

Alone, prólogo.

Prólogo.

Desde pequeños nos entrenan para luchar, para matar, nacemos para ello, es nuestro deber y nuestra razón de vivir. Aquel que no muere en el campo de batalla es rechazado por nuestro pueblo y nuestros dioses, aniquilamos y destruimos todo aquello que se interpone entre nosotros, por eso nos odian tanto las demás razas, y por eso hemos sido masacrados.
Apenas quedan un par de miles de los nuestros, nosotros, los Tother, ejércitos enteros han huido al ver un solo batallón nuestro, nos temen, nos temían.
Todo empezó hace apenas dos años, los Humanos, los Jort y los Roser se aliaron, todos en nuestra contra, consideraron que teníamos demasiado poder, y así era. Casi habíamos acabado con esos estúpidos Jort, casi.
Es difícil distinguirnos de los humanos, la única diferencia que hay entre nosotros son los ojos. Nuestros ojos son de un color violáceo imposible de alcanzar por ellos.
Los Jort y también se parecen a los humanos, pero sus dientes son sólo colmillos, es lo que tiene la evolución. Son como animales, un solo mordisco de un Jort y estás muerto.
Los Roser sólo tienen cuatro dedos, carecen de dedo meñique, y esa es su única diferencia.
Bien, queridos, una vez explicado esto puedo seguir con como el imperio Tother cayó.
Esas estúpidas y ambiciosas razas llenas de odio y rencor arrasaron con todo lo nuestro, aniquilaron todo lo que encontraron, hasta el más mínimo resquicio de vida hasta que sólo un pequeño número de los nuestros seguía con vida, creíamos que serían piadosos, que nos dejarían vivir, que no cometerían tal genocidio, pero nos equivocábamos.
El cielo resplandecía, parecía estar hecho de diamantes aquella mañana, una bonita mañana para morir, pensé.
Apenas unas horas más tarde una docena de naves cubría aquel cielo, oscureciéndolo absolutamente todo, la gente, mi gente, se puso en guardia alzando sus armas, íbamos a morir, estaba claro, pero lucharíamos, nos cobraríamos un par de vidas antes de caer para así reunirnos con todos nuestros seres queridos en Herfos.
No me gustaba aquello, no desde que mi padre, mi madre, mi hermana, mi esposa, mi hijo... Absolutamente todos habían muerto por lo que éramos, por ser guerreros, soldados.
Los rayos que disparaban aquellas naves de guerra empezaban a caer, acabando con más de una decena de los nuestros cada vez.
Una bala, una maldita bala, impactó contra mi armadura de batalla haciendo que me volviese hacia mi atacante y le disparase justo en la frente mientras soltaba alaridos roncos que no significaban nada, tan sólo servían para asustar al enemigo.
Miré a mi alrededor, sólo había destrucción, maldita muerte y destrucción. Iba a morir, iba a morir y tenía miedo, algo inadmisible en alguien de mi especie.
Uno de esos rayos impactó a pocos metros de mí, cegándome y haciéndome caer al suelo mientras gritaba por el horrible ardor que producía en mis ojos. Instantes después sentí un fuerte golpe en la nuca que me hizo morder el polvo, literalmente, para después caer en la inconsciencia más absoluta.
Cuando desperté todos habían muerto, sin excepción alguna, pasé horas y horas entre cadáveres, buscando algún superviviente.
¿¡Por qué yo?! ¿¡Era el último de mi especie?! En ese instante lo supe, sí, lo era. Todos estábamos en aquel páramo infecto, absolutamente todos, y todos habían muerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario