De forma irónica me llaman Sluj, lo que viene a ser oído. Y sí,
digo irónica porque oír es lo único que puedo hacer.
Los dioses lo han querido así, han querido que yo no sea más que un
tullido que vive en medio del bosque y cuya única cualidad es oír.
Miremos el lado bueno, al poder oír puedo imaginarme lo que me rodea
e incluso escuchar eso que las gentes llaman música. Dicen que hace
sentir cosas inexplicables pero... A mí no me lo ha hecho. Jamás he
sentido nada aparte de dolor físico cuando de pequeños los otros
chicos del orfanato me pegaban palizas.
Esos buitres sabían que si no hablaban no podría chivarme de
quiénes habían sido a la directora, aunque fue un gran error. Con
el paso del tiempo me familiaricé con la respiración y los latidos
del corazón de cada uno de mis compañeros y así podía
identificarlos sin oír sus voces.
Por ejemplo, el líder de todos ellos, Frey, tenía una leve arritmia
y además cuando respiraba demasiado fuerte a causa de la excitación
de pegarme a mí u a otro sonaba como un maldito puerco ahogándose.
Diría que lo odiaba, pero estaría mintiendo, como ya he dicho jamás
he sentido nada, otra de las divertidas maldiciones que los malditos
dioses echaron sobre mí.
Creo que soy algo así como su títere, como un juguetito para ellos,
o quizás un experimento. Se divierten viéndome 'sufrir', es algo
que tengo muy claro, y lo tuve aún más cuando huía de aquel
infecto lugar en el que me crié con quince años para esconderme en
el bosque. La primera noche en él casi me matan.
Un par de asaltacaminos me atacaron e intentaron robarme, el problema
es que no llevaba nada encima aparte de la ropa con la que había
huido. Me dejaron desnudo en una zanja mientras llovía, casi me da
una hipotermia.
Algunas horas después oí como las ruedas de un carruaje y los
cascos de unos caballos pasaban por mi lado y de repente se paraban
en seco. Conocía aquel ruido, era el del carromato de un mercader.
La diferencia entre los carros de los vendedores y los que usan los
burgueses para transportarse es que cuando los del primer tipo frenan
se escucha un fuerte 'clac', sin embargo entre los petimetres y
adinerados lo que suena es un 'clic, clec' sin dejar apenas el margen
de medio segundo entre ambos.
Oí como alguien se apeaba del vehículo y después sentí su mano
sobre mi brazo del cual tiró hasta ponerme en pie para después
colocar sobre mis hombros una manta.
Como supe más tarde aquel hombre era ciego y me enseñó algo que
hoy día me ha enseñado a ver.
Se llamaba Karl y era un vendedor ambulante de pieles. Para vender
pieles no le hacía falta verlas, simplemente con tocarlas ya podía
saber la calidad de estas. Intentó enseñarme el negocio, quería un
ayudante, el problema era que mi 'maldición' también actuaba ahí.
Para mí todo lo que tocaba era igual, desde la más áspera piel
hasta la más suave seda, de hecho, sentía lo mismo al tocar un
barril de cerveza que al tocar el pecho de una dama desnuda.
Karl me enseñó a ver los días de lluvia como aquel en el que me
había rescatado.
Cada gota caía en un lugar específico y si me concentraba podía
crear en mi cabeza un mapa del lugar gracias al sonido de las gotas
al impactar.
El día en que empezó todo llovía, llovía como si se fuese a
acabar el mundo, pero entre las ramas de los árboles entró una
suave brisa que me llamaba, una brisa que casi podía decirse que
llevaba mi nombre.
No sé por qué pero la seguí, la seguí hasta llegar a un claro en
el bosque por cuyo centro podía oír como corría un pequeño
riachuelo.
Allí había alguien, puedo oírlo respirar.
Por la suavidad en que respiraba y su cautela era una mujer, una
mujer que como pude ver cuando tracé el mapa de lluvia sobre ella
llevaba un instrumento musical en las manos. Una vez Karl me había
descrito aquel instrumento y me había dicho su nombre, un laúd.
* * *
La chica del laúd se llamaba Chustvo y quizás por el azar o porque
los dioses titiriteros lo quisieron era otra de los seis malditos.
Ella carecía de los cinco sentidos, ver, oír, sentir el tacto de
algo, poder saborearlo y olerlo, pero tenía lo que quizás para
algunos es lo más importante y de lo que los demás carecían, podía
sentir desde el más profundo amor a la más honda cólera.
Muchos la consideraban una muerta en vida por no tener ninguna de
aquellas cinco cosas básicas pero lo que no sabían es que ella
podía saber como era un lugar con solo concentrarse.
Sentía la tranquilidad de aquel bosque y del hombre que tenía
frente a ella a pesar de no poder verlo, oírlo u olerlo.
Podía sentir como el agua fluía con normalidad unos metros hasta
que se topaba con un tronco que había caído sobre su camino y le
obstruía parte del paso, y podía sentir como los pájaros cantaban
a su alrededor, pero lo que más le gustaba sentir era la música, la
música que salía de sus estúpidos dedos que cuando tocaban la
cuerda del laúd simplemente no sentían nada.
La chica aguardó hasta que sintió como Sluj se tranquilizaba y
decía algo. No pudo saber el qué, pero lo dejó estar. Podía saber
que eran palabras tranquilas, ninguno de los dos estaba asustado.
Chustvo colocó su laúd con cuidado y comenzó a tocar mientras
tatareaba sin darse cuenta. Habría cantado, pero no conocía ninguna
palabra y mucho menos alguna canción.
La joven sentía como aquella hermosa música corría por sus venas
haciendo que su corazón latiese a mil, podía sentir como la
felicidad abrumaba aquello que tenía en el pecho y lo extendía por
todo su cuerpo haciendo que ella misma se estremeciese sin siquiera
poder oírse.
Podía sentir como el joven del claro movía la cabeza al son de su
música mientras la oía con extremo cuidado, quizás él también la
estuviese sintiendo.
Podía sentir como el mundo desaparecía a su alrededor dejándola a
ella sola con aquel instrumento en un mundo aún más oscuro a su
alrededor del que había antes sus ojos, y entonces se oyó.
Oyó como su propia música sonaba y su laúd cayó al suelo
rompiéndose en mil pedazos. Era la primera vez que se oía y no
podía creérselo, no pudo creérselo hasta el punto en que se
desplomó. Se cayó de espaldas mientras dejaba de sentir el peso de
su instrumento entre las manos y mientras en su mente aparecía una
gran fascinación e incredulidad. ¿Por qué? Eso era lo único que
podía preguntarse aquella chica mientras caía inconsciente en los
brazos de Morfeo para que el chico que sólo podía oír corriese
hacia ella y la abrazase con fuerza con lágrimas en los ojos. Él
también había sentido, por eso lloraba. Era la primera vez que
lloraba.
a ve que yo estaba to bien lellendo esto y er tio disia que solo podia oi pero dispue dise que siente argo ma a mi tu mas timao con lo que me gustaba a mi este brog
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