miércoles, 20 de julio de 2016

END - Capítulo IV - Parte 1

Alguien pegó en la puerta de la habitación de Denian con todas sus fuerzas y el mayor nerviosismo nunca visto.
Sin esperar la puerta se abrió y apareció Jones con un rostro que podía ser de miedo o de confusión.
-¡Están aquí y no hemos terminado la muralla! -exclamó.
Denian no había contado su plan en totalidad, la muralla no era más que una medida disuasoria. Era de madera y aquellos soldados la podrían quemar con facilidad y entrar en el pueblo en un par de horas.
Todo estarían atrapados por las llamas y aquello sería una carnicería muy fácil y sin ninguna posibilidad de vencer.
-¡Todo el que no vaya a luchar que se vaya del pueblo! -le ordenó Denian al oficial-. ¡Los que luchen que se escondan en sus casas y salgan a mi señal!
Jones salió corriendo con aquellas ordenes y Denian pudo ver desde su ventana mientras recogía su recreación y la metía en una bolsita que después se colocó en la cintura como este las transmitía.
Como poco el enemigo estaría a dos horas, no veía sus luces por ninguna parte y teniendo en cuenta que aún era de noche debería ver como mínimo sus antorchas entre los árboles.
El chico bajó las escaleras y se topó con Marie, que lo esperaba vestida con unos pantalones de raso negro y una camisa gris con algunas manchas.
-Vete con los demás -pidió Denian sin hacerle mucho caso.
Marie rió y después lo agarró del brazo para impedir que saliese de ahí.
-Voy a luchar -sonrió de oreja a oreja-. Es mi pueblo.
Denian asintió y le dio uno de sus cuchillos, el mismo que le había dado a Dwayn.
-Al menos hazlo con una buena arma -la miró-. Y saca a Hannah de aquí.
No hubo más palabras ni más sonrisas, Denian salió de allí y observó todo aquello.
Las murallas estaban casi terminadas, a excepción de la parte trasera que iba por la mitad y una de las secciones de su derecha que se había derrumbado por completo.
Montó en su caballo el cual encontró donde lo había dejado y comenzó a cabalgar.
Salió de la villa por el lado derecho, el que se había caído, y echó a correr en dirección al bosque, tirando por el camino principal durante unos quince minutos.
Oía pasos, trescientos hombres se tenían que ir de lejos. Escondió a la bestia y se internó entre los árboles, corriendo en dirección al ruido metálico.
Pudo ver sus antorchas y se subió a un árbol con cuidado mientras observaba marchar a las tropas del ya muerto danta.
Eran doscientos ochenta o así, al menos eso pudo contar el chico con aquella oscuridad.
Iban a un ritmo militar, en silencio con la esperanza de no alertar a los pueblerinos y cuando estuvieron a media hora de salir del bosque apagaron sus antorchas.
Denian volvió al pueblo a caballo y desmontó, Jones estaba esperándolo con inquietud, se restregaba las manos y miraba de un lado para otro.
Aún había gente en las calles, corriendo hacia sus casas o buscando a sus vecinos para idear estúpidos planes que no servirían de mucho.
-¿Cuántos son? -preguntó al verle llegar.
Denian miró seriamente a Jones.
-Trescientos, tu explorador no se equivocaba -miró al cielo y después al oficial-. Quiero a diez hombres cuanto antes, con antorchas.
Jones asintió y volvió a irse. Debería haber sido él quien le diese instrucciones a Denian pero aquel chico le inspiraba una confianza abrumadora y sabía que quizás él podría salvarlos. Además, aquel oficial no tenía ni idea de que hacer.
Al cabo de un par de minutos Denian tenía lo que quería y señaló las murallas mientras miraba a aquella cuadrilla.
-En cuanto los civiles salgan quemad las murallas -ordenó.
Jones se quedó sin saber que decir, no se esperaba aquello y por el caos y la confusión no fue capaz de replicar. En otras circunstancias le habría tachado de loco, suicida o incluso traidor, pero simplemente ordenó que obedecieran.
-El que no haya salido en media hora se quedará aquí.
Dijo aquello mientras observaba como una chica de pelo caoba con un cuchillo idénticos al suello en la mano salía de la villa acompañada de otra figura con un largo pelo rubio. Al final había hecho lo correcto.
-¡Vamos! ¡Ayudad a la evacuación! -gritó-. ¡Estarán aquí en una hora!
Era mentira, llegarían en muchísimo menos.
El chico escaló hasta una de las casas que había pegadas a la parte delantera de la muralla y observó.
Vio los reflejos de la luna en las espadas de sus enemigos y ordenó que comenzaran con la quema.
Los soldados que había a la salida del bosque parecieron retroceder un instante pero después siguieron andando.
Denian miró atrás, a excepción de la cuadrilla de incendiario y Jones no había nadie ahí. Todos estaban escondidos en sus casas o en los barracones.
El viejo oficial llevaba un cuerno de llamada colgado al cuello que tocaría en cuanto Denian se lo ordenase.
Los enemigos se acercaban, un kilómetros, ochocientos metros, seiscientos, quinientos, trescientos, doscientos, cien... Denian los tenía apunto.
Varios arqueros se dieron cuenta de su presencia en aquel tejado pero fue demasiado tarde.
El joven pelirrojo había sacado varios viales de vidrio que contenían un líquido rojo en su interior y comenzó a lanzarlos hacia las tropas que marchaban en forma rectángular con sus escudos. Pretendían crear un caparazón con ellos, como el de una tortuga, para evitar los ataques del enemigo pero jamás se habrían esperado aquello.
Seis viales que viajaban directos hacia ellos.
Impactaron y donde cayó cada uno una gran explosión se produjo y envolvió en fuego a aquellos hombres que comenzaron a gritar y a tirarse por el suelo.
El caos se apoderó de aquello y rápidamente Jones escaló hasta la posición del chico para ver que había ocurrido.
No tuvo palabras para lo que veía mientras se tapaba la boca y la nariz con la mano a causa del olor a carne quemada y muerte.
La formación de los hombres del danta se rompió y todos ellos corrieron confusos hacia delante, rodeando la villa.
Denian hizo la seña y Jones tocó el cuerno.
Todos comenzaron a salir de sus casas cuando algunos enemigos comenzaban a entrar por el flanco derecho en busca de un sitio donde protegerse de los futuros ataques de ese estilo ya que esperaban que ahí dentro no se produjesen por temor a quemar las casas.
La mitad entró antes de que sonara el cuerno así que al no ver a nadie se sintieron tranquilos, al menos hasta que aquel gutural sonido se produjo y todo el mundo salió de sus hogares blandiendo desde palos y hazadas hasta viejas espadas llenas de herrumbre.
Fue una carnicería. Algunos fueron lo suficientemente rápidos para desenvainar y acabar con un par de villanos pero con la moral mermada y el factor sorpresa pronto más de la mitad cayó.
En aquel lugar una armadura destacaba entre todas. Era en su totalidad de acero y el dueño de esta llevaba a la espalda la capa roja característica de aquellos hombres con una gran X dorada graba en ella designándolo como comandante de, al menos, aquellos trescientos hombres.
Jones hizo amago de ir a por él ya que su espada se movía con la rapidez y letalidad de un aguijón pero Denian lo detuvo.
-Es mío -dijo.
El joven pelirrojo saltó del tejado y corrió hacia el lugar.
Aquel oficial estaba rodeado de cadáveres, tanto de los suyos como de los campesinos y cuando vio a Denian con aquella armadura sonrió.
Tenía una barba espesa aunque corta y bajo su casco se podía ver como el pelo le caía en cascada. Sus ojos eran negros como la noche, o ese era el efecto que le daban las llamas al reflejarse en ellos.
Era hora de probar su nueva espada.
El chico desenvainó y paró el primer ataque que iba rápido y directo a su garganta. Lo devolvió y fue bloqueado. Estocada, paso a la derecha, estocada, estocada, paso a la derecha.
Los golpes de ambos eran siempre parados por el otro, como si se tratase de un duelo de esgrima o cualquier otra representación del arte de la lucha.
El pelirrojo miró a su contrincante a los ojos y después lanzó un golpe que hizo vibrar sus espadas y desconcertó al oficial ya que iba hacia el vacío. Aquello le dio tiempo a Denian para coger el cuchillo que tenía pegado al costado derecho y lanzárselo a su enemigo justo en frente, atrevesándole el cráneo y acabando con su vida.
El de la armadura de calidad se desplomó y los pocos hombres de su escuadron que quedaban con vida miraron aquello con miedo, después echaron a correr. Se batían en retirada.
Denian recogió su cuchillo y después montó en el primer caballo que vio para perseguir a los huidos, no quería dejar a nadie con vida.
Había usado inventos de la orden y aquello haría que supiesen que seguía con vida, y además traicionándolos.
Era inútil, habrían huidos unos diez en direcciones distintas y aquello era materialmente imposible, pero habían vencido.
Cuando volvió a la villa no quedaban más que cenizas del trabajo de un día y la madera de medio bosque pero se podían oír gritos de alegría y vítores.
Denian vio a Jones con una antorcha sobre un tejado hablando a voz en grito y decidió cabalgar hasta allí, aquella aún no había acabado.
-...ahora somos libres! ¡Hemos acabado con un enemigo más poderoso que noso...!
Denian lo interrumpió, no podía dejarle que siguiese con aquello, no podía dejar que siguiese dándole esperanzas a sus hombres de algo que no ocurriría.
-¡Coged los carros disponibles y llenadlos de vuestros bienes! -bramó este-. ¡Vamos a incendiar el pueblo y a reunirnos con los civiles!
La gente empezó a abuchearle pero pasados unos segundos parecieron entenderlo todo y agacharon la cabeza. Jones bajó del tejado y abrazó al chico, estaba llorando.
-Gracias... -musitó.
Cuando el sol comenzaba a salir todos estaban listos para abandonar aquel lugar y lo hicieron marchando tras Denian y su oficial de batalla. Iban en orden y todos con sus carros cargados hasta arriba, algunos eran arrastrados por mulas o caballos y otros por ellos mismos.
Los civiles habían sido enviados a un puerto cercano, era un puesto comercial en el que una vez a la semana llegaba un barco de tamaño medio de mercancías a abastecer su pueblo y los otros dos cercanos y después se iba vacío. Ellos iban a volver en ese barco hasta el otro continente costase lo que costase, iban a estar a salvo en la otra orilla, junto a la capital y a las tropas imperiales.
Fueron enviados dos mensajeros, uno a cada pueblo, ordenando la evacuación inmediata de estos si querían seguir con vida y contándoles el plan de los barcos, no podían (o quizás no querían) dejar a nadie atrás.


Para los que os incorporéis ahora, recuerdo:
Ésta novela la comencé con motivo del NaNoWrimo y cuando llevaba unas 20.000 palabras la dejé ahí, en la estacada. No he vuelto a tocarla desde entonces, pero era y es una novela que uso para evadirme y escribir al boleo, con incongruencias incluso y seguiré haciéndolo apartir de ahora hasta terminarla y subiré una parte semanal, los jueves, hasta que me quede sin capítulos escritos o la acabe. También la subiré a Wattpad para los que prefiráis esa plataforma que tengo abandonada y cuando la termine definitivamente subiré un PDF con la novela completa al blog.
Disfrutadla sin buscarle mucho sentido, que es lo que hay que hacer con ella.
Añado:
Mi forma de escribir ha cambiado muchísimo, hace casi un año y además esta novela fue escrita sin cuidado, sin pulir, sin darle el cariño que merecía y espero algún día poder reescribir todo esto y darle el mimo que merece.
Aún queda mucho para que lleguemos a lo que escribí hace dos semanas, pero estoy deseando que lo veáis. 
PD: Espero poder traeros pronto algo en lo que estoy trabajando y que trato como a mi hijo predilecto, a ver si hay suerte y no pierdo la inspiración que tanto he esperado para retomarlo.


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