Denian
miró a aquella anciana que parecía haber rejuvenecido veinte años
y se asustó, retrocedió y la miró atónito unos instantes hasta
que rápidamente agarró uno de sus cuchillos de caza que le esperaba
enfundando en su cinto a apenas un metro de la cama.
Dirigió
la punta de aquella arma con el mango cubierto de cuero a la mujer y
respiró rápidamente hasta que consiguió calmarse un poco.
-¿¡Qué
eres!? -preguntó ante la sorpresa de esta.
La
mujer agachó la mirada y después volvió a dirigirla hasta Denian,
sus ojos estaban vivos.
-Suelta
eso, chico -pidió-. Suéltalo.
El
chico solo dejó caer el arma contra su costado, aún seguía
empuñándolo y apretando con fuerza el áspero cuero.
-¿Quieres
saber que soy? -preguntó con una voz menos ronca que cuando la
conoció-. Soy un nocturno. Bueno, más bien una.
Denian
se asustó aún más y su corazón se desbocó, se contaban miles de
leyendas sobre aquellos seres.
Se
decía que de noche salían a cazar y se comían el corazón de todo
humano que encontrasen, por eso mismo no hablaban. Los nocturnos
tenían un gran oído y podrían oír a cualquier persona
pronunciar la más mínima sílaba y salir en su busca.
-Tranquilo,
tranquilo... -prosiguió-. ¿No serás de esos que creen en las
estúpidas leyendas? -tragó saliva y rió-. Vale, sí, eras de la
orden y huiste porque pensaste que te estaban engañando.
Denian
miraba aquello sin saber que decir y cuando aquel ser dijo aquello
sobre la orden y él dejó caer su cuchillo de la sorpresa.
-¿Qué
cómo lo sé? -dijo antes de que nadie formulase la pregunta-. Porque
puedo leer tu mente -rió-. Y ahora, ¿quieres saber por qué te
salvé?
La
mujer no esperó, ya sabía la respuesta de Denian, así que se
acercó a él y lo besó con sus ya no tan arrugados labios
para después ponerse a su lado y acercar su boca al oído de este.
-Porque
te necesito -suspiró y soltó una pequeña risa-. Me estoy muriendo
y me sirvo de tu alma para volver a la juventud.
Tras
terminar la frase empujó al chico teatralmente sobre la cama y se
tiró sobre él. Colocó sus manos entorno a las muñecas de este y
lo aprisionó evitando que este huyese a pesar de sus forcejeos.
Consiguió
atarlo con una pequeña cuerda que llevaba en el bolsillo de su
vestido de raso negro y después lo miró a los ojos.
-¿Quieres
saber como lo hago? -preguntó.
Sin
esperar respuesta le bajó los pantalones a Denian y se montó sobre
él como ya había hecho varias noches antes.
-Así
-rió.
Su
risa consiguió estremecer al chico que mientras la ya no tan
anciana cabalgaba sobre él consiguió retorcerse lo suficiente como
para usar sus manos atadas a modo de arma, juntándolas y
convirtiendolas en una pequeña bola de carne que impactó contra la
cabeza de esta haciéndola caer de espaldas.
Denian
consiguió ponerse en pie aún con los pantalones por las rodillas y
agarró otro de sus cuchillos con el que intentó liberarse de sus
ataduras mientras aquel monstruo se ponía en pie, aunque fue inútil.
La
nocturna agarró
el cuchillo que el chico había dejado caer por la sorpresa rato
atrás y lo lanzó contra este, impactándole en el hombro y
haciéndole retroceder un par de pasos.
Casi
se había liberado de sus ataduras cuando el monstruo
se acercó a él.
-¿Es que no lo entiendes? -preguntó-. Necesito
sobrevivir...¡te salvé la vida para sobrevivir!
Parecía haber enloquecido, sus ojos estaban cargados de
rabia y dolor mientras esta empuñaba una pequeña azada que acaba de
recoger del aparador cercano a la puerta.
-¡Estabas muerto y seguirías así si no fuese por...!
No terminó la frase, el pelirrojo, aún con las manos
atadas empuñaba su cuchillo y la hoja estaba llena de sangre, en sus
ojos se veía el reflejo del cuerpo de lo que había sido una anciana
cayendo de bruces mientras de su garganta brotaba un espeso líquido
negro parecido a la sangre.
Esta parecía intentar decir algo pero se estaba
ahogando en su propio humor y el chico, sin pensárselo mucho decidió
acabar con su sufrimiento clavándole un cuchillo justo en la
coronilla y enterrándolo hasta el fondo.
El cadaver se envolvió en luz y estalló, haciendo que
el chico tuviese que retroceder hasta el otro extremo de la casa para
observar como lo que antes había sido carne y hueso se convertía en
polvo, un polvo del que emanaba un extraño humo rojo que se acercaba
a Denian a una velocidad vertiginosa.
Este vio como aquel humo con vida propia se acercaba a
él a cámara lenta y cuando se introdujo en su cuerpo através de
sus ojos cayó inconsciente sobre la cama que tenía a su espalda.
Despertó pasadas unas horas, cuando la noche había
caído y su estómago rugía por el hombre.
Aún tenía el cuchillo clavado en el hombro y las manos
atadas, así que se tomó su tiempo para cortar sus ataduras con el
cuchillo lleno de aquel líquido negro ahora seco en su hoja.
Rebuscó
entre las cosas del monstruo
y encontró una botella de lo que identificó como algún tipo de
licor.
Le dio un fuerte trago, parecía algún derivado del
whisky, y después lo vertió sobre su herida mientras poco a poco
con la mano libre tiraba del cuchillo y lo sacaba de ahí. Reprimió
varios alaridos de dolor y después se dejó caer contra la pared.
Se bebió el resto de aquel licor de un solo trago a
pesar de que quedaba poco menos de media botella y se sentó en el
suelo.
Sintió la fría piedra contra su desnudo culo, seguía
con los pantalones bajados, y comenzó a llorar en silencio hasta
quedarse dormido.
El sol le despertó cuando se coló entre los árboles y
el chico se puso en pie.
Se puso los pantalones bien y se ciñó su cinturón
tras guardar los cuchillos que siempre llevaba con él en sus
respectivas fundas y salió de la cabaña.
Llevaba el torso desnudo y cubierto de vendas que ya
estaban sucias y ensangrentadas por lo ocurrido el día anterior.
El
hombro le dolía como si mil imbéciles
le estuviesen clavando
agujas a la vez, y encima era el derecho, pensó que no sería capaz
de entrar en batalla así, por lo tanto necesitaba encontrar cobijo
en alguna villa cuanto antes.
La
orden le habría dado por muerto pero aún estarían buscando los
restos de su momento.
Denian se preguntaba si Johan le habría visto darle el
collar a Dwayn o si se había dado cuenta de que se conocían. Si
fuese así, ahora tanto él y su mostacho como su preciosa hija
estarían muertos.
El
chico echó a andar entre la maleza, guiado por su instinto y quizás
en parte por algún poder sobrenatural
que le decía por donde ir.
La
noche se hizo pero él estaba cerca de salir de allí, podía ver
entre los troncos de robles y fresnos una luz en la lejanía propia
de los pueblos e incluso de la
sala de piedra donde le
volverían
a matar nada más verle, aunque eso ya le daba igual.
Había
sobrevivido a un nocturno,
¿por qué no iba a
hacerlo a uno de esos estúpidos
engreídos?, mientras
pensaba eso se dio cuenta de que la lucidez no era uno de sus
principales encantos aquel día.
Era de noche cuando salió del bosque y contempló una
gran hoguera en el centro de la villa en la que había dormido días
atrás, había varias personas con antorchas andando de un lado a
otro, ¿estarían de celebración?
Denian caminó lentamente ahora que estaba fuera del
bosque, no quería forzarse más. Estaba exhausto, había caminado
ocho horas, casi todo el día.
Cuando
estuvo cerca observó a los hombres que llevaban las antorchas y sus
largas capas rojas. Eran soldados del danta
que venían de Kest, o quizás de Gerrut, su capital. Denian se
decantó por la primera, la segunda habría tardado como mínimo un
mes.
Los soldados iban de un lado a otro, bebiendo cerveza y
riendo. Se podían oír chistes verdes, canciones de borrachos y todo
tipo de maldiciones en aquella pequeña villa con apenas veinte
casas, la habían tomado.
En ese momento el chico se preguntó qué habrían hecho
con los campesinos.
Denian estaba escondido tras uno de los pequeños muros
que limitaban uno de los huertos cuando oyó a un par, quizás tres,
soldados acercarse.
Entraron en su visión un minuto después, cuando el
corazón del chico latía a mil, aquello podría significar su muerte
y por eso estaba empuñando uno de sus cuchillos en aquel momento.
Eran
dos, uno de ellos iba borracho y se caía para los lados así que su
compañero le ayudaba a caminar con uno de los brazos de este sobre
su hombro. Denian podría haberles rebanado el cuello y dejarlos ahí,
tirados, o incluso ponerse uno de sus uniformes de placas de metal
recubiertas de cuero para pasar desapercibido. Con sus cascos de
cuero que los identificaban como tropas del cuerpo de caballería
podría haber sido invisible, pero cuando vio sus caras los dejó
pasar. Eran mucho más jóvenes que él, como mucho tendrían catorce
o quince años.
Cuando estos se fueron Denian avanzó agachado tras el
muro, estaba en el patio de la casa de Dwayn y tenía que encontrar
una forma de intentar entrar para ver el destino que había corrido
aquella familia, no podía hacerlo por la puerta principal ya que le
verían así que tenía que buscar una alternativa.
Había una trampilla en la parte de atrás que
posiblemente daría al sótano y el chico ya podía oír como unas
botas de cuero pisaban a su derecha y estaban apunto de girar y
descubrirle.
Miró la trampilla y se percató de que esta estaba
cerrada con llave, no tenía tiempo para abrirla, no con alguien
apunto de verle.
Se puso en la esquina y en el momento en que el soldado
que posiblemente estaría de guardia giraba le rebanó el cuello y lo
arrastró hasta la protección de las sombras que lo protegían.
Se colocó la armadura de este y su capa roja, era un
soldado de infantería y no llevaba ningún tipo de protección en la
cabeza aunque su capa tenía una capucha. Serviría.
También
le robó
su espada, era tan larga como su brazo y la hoja no estaba demasiado
afilada, aunque al menos tenía punta.
Denian forcejeó con el candado de la trampilla y al fin
consiguió abrirlo, aunque se lastimó una de las manos y el esfuerzo
hizo que su hombro volviese a sangrar.
Abrió
la trampilla y entró en una especie de subsótano
donde nunca había estado, ese no era el sitio donde había dormido
con Hannah mientras escuchaba los ronquidos de su padre.
El
sitio estaba totalmente oscuro a excepción de una pequeña vela que
iluminaba a una chica de pelo rubio entre el que se podían ver unos
grandes ojos verdes llenos de tristeza. Estaba leyendo un libro
cuando se dio cuenta de que había alguien ahí, con ella.
Ahogó un grito y se cayó de la silla, después Denian
se quitó la capucha dejando al descubierto su rostro y se acercó a
ella mandándola a callar.
Observó
la sala, había varias espadas en las paredes y un par de arcos
acompañados de sus respectivos carcajs,
a la derecha, colocada en un maniquí, había una armadura de acero
puro con aspecto feroz y fiero.
Hannah le reconoció y lo abrazó con fuerza a pesar de
casi no conocerlo y comenzó a llorar en su hombro.
La trampilla estaba escondida entre varios setos, así
que era normal que con aquel caos mientras montaban tiendas que
Denian había visto al fondo del pueblo y atemorizaban a los hombres
no encontrasen su escondite.
-¿Dónde está tu padre? -preguntó el chico con ella
se separó.
Hannah siguió llorando y se sorbió los moscos mientras
se enjuagaba los ojos con la manga de su vestido de lino verde.
-Lo...lo mataron... -dijo mirando la espada que faltaba
en la pared.
El chico recordó la leve cojera de Dwayn cuando lo
conoció, era un motivo más que suficiente como para que lo
relevaran del servicio militar, posiblemente una herida de guerra.
Esas serían sus antiguas herramientas de trabajo.
Denian recordó la promesa que le había hecho a aquel
hombre que le había acogido y puso su mano sobre el hombro de la
chica.
-Tenemos que irnos... -dijo mirándola a los ojos.
Hannah lo miró en silencio y después volvió a
abrazarlo para seguir llorando en su hombro.
-No puedo irme...-sollozó-. Este sitio...es todo...para
mi padre...mi padre...
El chico le dio un suave beso en la coronilla y pasado
un corto rato se separó levemente, quedándose a pocos centímetros
de él.
Denian
pudo observar el collar ovalado con inscripciones que le había dado
a Dwayn, su momento
y se sintió más tranquilo. No iba a pedírselo a la chica, al menos
no aún, era bueno que lo tuviera ella.
-Tu padre querría que nos fuéramos..no querría que te
quedarás aquí y te encontraran -dijo el chico-. Además, tenemos
poco tiempo para irnos. Quizás media hora o incluso menos si los
soldados no están demasiado borrachos.
Hannah cogió una bolsa de cuero sin decir nada y
comenzó a guardar libros que había en una estantería. Los libros
eran demasiado valiosos y ahí había decenas, y aún así ella solo
se llevo doce. Si los soldados los encontraban tendrían un botín
suficientemente valioso como para ofrecérselo a un rey en señal de
respeto.
La
chica terminó de guardar los libros y metió algunas verduras y un
gran trozo de carne que había envuelto en tela, después salieron de
aquella guarida.
Denian guió a la chica entre las sombras en silencio,
pero cuando estaban alejándose de la casa en dirección contraria a
aquel infernal bosque.
Cuando se estaban acercando a los caballos un centinela
que estaba de patrulla les vio y se acercó a Denian, al cual
confundió con uno de sus compañeros aunque cuando le iluminó la
cara supo que no era de los suyos.
-¡Intrusos! ¡Intrusos! ¡Todos a las ar...!
El chico no terminó la frase cuando la espada del
pelirrojo ya le había atravesado el estómago y salía por el otro
lado de su cuerpo, pero les habían oído.
Tanto Denian como Hannah corrieron hacia los caballos y
tras cortar una de las cuerdas que los mantenían ahí ambos montaron
en un excelente ejemplar de color negro con una mancha blanca en la
pata delantera izquierda.
Las flechas comenzaron a volar cuando ellos ya estaban a
cien metros de la villa, habían huido.
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