viernes, 3 de junio de 2016

END - Capítulo II - Parte 3.

Denian miró a aquella anciana que parecía haber rejuvenecido veinte años y se asustó, retrocedió y la miró atónito unos instantes hasta que rápidamente agarró uno de sus cuchillos de caza que le esperaba enfundando en su cinto a apenas un metro de la cama.
Dirigió la punta de aquella arma con el mango cubierto de cuero a la mujer y respiró rápidamente hasta que consiguió calmarse un poco.
-¿¡Qué eres!? -preguntó ante la sorpresa de esta.
La mujer agachó la mirada y después volvió a dirigirla hasta Denian, sus ojos estaban vivos.
-Suelta eso, chico -pidió-. Suéltalo.
El chico solo dejó caer el arma contra su costado, aún seguía empuñándolo y apretando con fuerza el áspero cuero.
-¿Quieres saber que soy? -preguntó con una voz menos ronca que cuando la conoció-. Soy un nocturno. Bueno, más bien una.
Denian se asustó aún más y su corazón se desbocó, se contaban miles de leyendas sobre aquellos seres.
Se decía que de noche salían a cazar y se comían el corazón de todo humano que encontrasen, por eso mismo no hablaban. Los nocturnos tenían un gran oído y podrían oír a cualquier persona pronunciar la más mínima sílaba y salir en su busca.
-Tranquilo, tranquilo... -prosiguió-. ¿No serás de esos que creen en las estúpidas leyendas? -tragó saliva y rió-. Vale, sí, eras de la orden y huiste porque pensaste que te estaban engañando.
Denian miraba aquello sin saber que decir y cuando aquel ser dijo aquello sobre la orden y él dejó caer su cuchillo de la sorpresa.
-¿Qué cómo lo sé? -dijo antes de que nadie formulase la pregunta-. Porque puedo leer tu mente -rió-. Y ahora, ¿quieres saber por qué te salvé?
La mujer no esperó, ya sabía la respuesta de Denian, así que se acercó a él y lo besó con sus ya no tan arrugados labios para después ponerse a su lado y acercar su boca al oído de este.
-Porque te necesito -suspiró y soltó una pequeña risa-. Me estoy muriendo y me sirvo de tu alma para volver a la juventud.
Tras terminar la frase empujó al chico teatralmente sobre la cama y se tiró sobre él. Colocó sus manos entorno a las muñecas de este y lo aprisionó evitando que este huyese a pesar de sus forcejeos.
Consiguió atarlo con una pequeña cuerda que llevaba en el bolsillo de su vestido de raso negro y después lo miró a los ojos.
-¿Quieres saber como lo hago? -preguntó.
Sin esperar respuesta le bajó los pantalones a Denian y se montó sobre él como ya había hecho varias noches antes.
-Así -rió.
Su risa consiguió estremecer al chico que mientras la ya no tan anciana cabalgaba sobre él consiguió retorcerse lo suficiente como para usar sus manos atadas a modo de arma, juntándolas y convirtiendolas en una pequeña bola de carne que impactó contra la cabeza de esta haciéndola caer de espaldas.
Denian consiguió ponerse en pie aún con los pantalones por las rodillas y agarró otro de sus cuchillos con el que intentó liberarse de sus ataduras mientras aquel monstruo se ponía en pie, aunque fue inútil.
La nocturna agarró el cuchillo que el chico había dejado caer por la sorpresa rato atrás y lo lanzó contra este, impactándole en el hombro y haciéndole retroceder un par de pasos.
Casi se había liberado de sus ataduras cuando el monstruo se acercó a él.
-¿Es que no lo entiendes? -preguntó-. Necesito sobrevivir...¡te salvé la vida para sobrevivir!
Parecía haber enloquecido, sus ojos estaban cargados de rabia y dolor mientras esta empuñaba una pequeña azada que acaba de recoger del aparador cercano a la puerta.
-¡Estabas muerto y seguirías así si no fuese por...!
No terminó la frase, el pelirrojo, aún con las manos atadas empuñaba su cuchillo y la hoja estaba llena de sangre, en sus ojos se veía el reflejo del cuerpo de lo que había sido una anciana cayendo de bruces mientras de su garganta brotaba un espeso líquido negro parecido a la sangre.
Esta parecía intentar decir algo pero se estaba ahogando en su propio humor y el chico, sin pensárselo mucho decidió acabar con su sufrimiento clavándole un cuchillo justo en la coronilla y enterrándolo hasta el fondo.
El cadaver se envolvió en luz y estalló, haciendo que el chico tuviese que retroceder hasta el otro extremo de la casa para observar como lo que antes había sido carne y hueso se convertía en polvo, un polvo del que emanaba un extraño humo rojo que se acercaba a Denian a una velocidad vertiginosa.
Este vio como aquel humo con vida propia se acercaba a él a cámara lenta y cuando se introdujo en su cuerpo através de sus ojos cayó inconsciente sobre la cama que tenía a su espalda.
Despertó pasadas unas horas, cuando la noche había caído y su estómago rugía por el hombre.
Aún tenía el cuchillo clavado en el hombro y las manos atadas, así que se tomó su tiempo para cortar sus ataduras con el cuchillo lleno de aquel líquido negro ahora seco en su hoja.
Rebuscó entre las cosas del monstruo y encontró una botella de lo que identificó como algún tipo de licor.
Le dio un fuerte trago, parecía algún derivado del whisky, y después lo vertió sobre su herida mientras poco a poco con la mano libre tiraba del cuchillo y lo sacaba de ahí. Reprimió varios alaridos de dolor y después se dejó caer contra la pared.
Se bebió el resto de aquel licor de un solo trago a pesar de que quedaba poco menos de media botella y se sentó en el suelo.
Sintió la fría piedra contra su desnudo culo, seguía con los pantalones bajados, y comenzó a llorar en silencio hasta quedarse dormido.
El sol le despertó cuando se coló entre los árboles y el chico se puso en pie.
Se puso los pantalones bien y se ciñó su cinturón tras guardar los cuchillos que siempre llevaba con él en sus respectivas fundas y salió de la cabaña.
Llevaba el torso desnudo y cubierto de vendas que ya estaban sucias y ensangrentadas por lo ocurrido el día anterior.
El hombro le dolía como si mil imbéciles le estuviesen clavando agujas a la vez, y encima era el derecho, pensó que no sería capaz de entrar en batalla así, por lo tanto necesitaba encontrar cobijo en alguna villa cuanto antes.
La orden le habría dado por muerto pero aún estarían buscando los restos de su momento.
Denian se preguntaba si Johan le habría visto darle el collar a Dwayn o si se había dado cuenta de que se conocían. Si fuese así, ahora tanto él y su mostacho como su preciosa hija estarían muertos.
El chico echó a andar entre la maleza, guiado por su instinto y quizás en parte por algún poder sobrenatural que le decía por donde ir.
La noche se hizo pero él estaba cerca de salir de allí, podía ver entre los troncos de robles y fresnos una luz en la lejanía propia de los pueblos e incluso de la sala de piedra donde le volverían a matar nada más verle, aunque eso ya le daba igual.
Había sobrevivido a un nocturno, ¿por qué no iba a hacerlo a uno de esos estúpidos engreídos?, mientras pensaba eso se dio cuenta de que la lucidez no era uno de sus principales encantos aquel día.
Era de noche cuando salió del bosque y contempló una gran hoguera en el centro de la villa en la que había dormido días atrás, había varias personas con antorchas andando de un lado a otro, ¿estarían de celebración?
Denian caminó lentamente ahora que estaba fuera del bosque, no quería forzarse más. Estaba exhausto, había caminado ocho horas, casi todo el día.
Cuando estuvo cerca observó a los hombres que llevaban las antorchas y sus largas capas rojas. Eran soldados del danta que venían de Kest, o quizás de Gerrut, su capital. Denian se decantó por la primera, la segunda habría tardado como mínimo un mes.
Los soldados iban de un lado a otro, bebiendo cerveza y riendo. Se podían oír chistes verdes, canciones de borrachos y todo tipo de maldiciones en aquella pequeña villa con apenas veinte casas, la habían tomado.
En ese momento el chico se preguntó qué habrían hecho con los campesinos.
Denian estaba escondido tras uno de los pequeños muros que limitaban uno de los huertos cuando oyó a un par, quizás tres, soldados acercarse.
Entraron en su visión un minuto después, cuando el corazón del chico latía a mil, aquello podría significar su muerte y por eso estaba empuñando uno de sus cuchillos en aquel momento.
Eran dos, uno de ellos iba borracho y se caía para los lados así que su compañero le ayudaba a caminar con uno de los brazos de este sobre su hombro. Denian podría haberles rebanado el cuello y dejarlos ahí, tirados, o incluso ponerse uno de sus uniformes de placas de metal recubiertas de cuero para pasar desapercibido. Con sus cascos de cuero que los identificaban como tropas del cuerpo de caballería podría haber sido invisible, pero cuando vio sus caras los dejó pasar. Eran mucho más jóvenes que él, como mucho tendrían catorce o quince años.
Cuando estos se fueron Denian avanzó agachado tras el muro, estaba en el patio de la casa de Dwayn y tenía que encontrar una forma de intentar entrar para ver el destino que había corrido aquella familia, no podía hacerlo por la puerta principal ya que le verían así que tenía que buscar una alternativa.
Había una trampilla en la parte de atrás que posiblemente daría al sótano y el chico ya podía oír como unas botas de cuero pisaban a su derecha y estaban apunto de girar y descubrirle.
Miró la trampilla y se percató de que esta estaba cerrada con llave, no tenía tiempo para abrirla, no con alguien apunto de verle.
Se puso en la esquina y en el momento en que el soldado que posiblemente estaría de guardia giraba le rebanó el cuello y lo arrastró hasta la protección de las sombras que lo protegían.
Se colocó la armadura de este y su capa roja, era un soldado de infantería y no llevaba ningún tipo de protección en la cabeza aunque su capa tenía una capucha. Serviría.
También le robó su espada, era tan larga como su brazo y la hoja no estaba demasiado afilada, aunque al menos tenía punta.
Denian forcejeó con el candado de la trampilla y al fin consiguió abrirlo, aunque se lastimó una de las manos y el esfuerzo hizo que su hombro volviese a sangrar.
Abrió la trampilla y entró en una especie de subsótano donde nunca había estado, ese no era el sitio donde había dormido con Hannah mientras escuchaba los ronquidos de su padre.
El sitio estaba totalmente oscuro a excepción de una pequeña vela que iluminaba a una chica de pelo rubio entre el que se podían ver unos grandes ojos verdes llenos de tristeza. Estaba leyendo un libro cuando se dio cuenta de que había alguien ahí, con ella.
Ahogó un grito y se cayó de la silla, después Denian se quitó la capucha dejando al descubierto su rostro y se acercó a ella mandándola a callar.
Observó la sala, había varias espadas en las paredes y un par de arcos acompañados de sus respectivos carcajs, a la derecha, colocada en un maniquí, había una armadura de acero puro con aspecto feroz y fiero.
Hannah le reconoció y lo abrazó con fuerza a pesar de casi no conocerlo y comenzó a llorar en su hombro.
La trampilla estaba escondida entre varios setos, así que era normal que con aquel caos mientras montaban tiendas que Denian había visto al fondo del pueblo y atemorizaban a los hombres no encontrasen su escondite.
-¿Dónde está tu padre? -preguntó el chico con ella se separó.
Hannah siguió llorando y se sorbió los moscos mientras se enjuagaba los ojos con la manga de su vestido de lino verde.
-Lo...lo mataron... -dijo mirando la espada que faltaba en la pared.
El chico recordó la leve cojera de Dwayn cuando lo conoció, era un motivo más que suficiente como para que lo relevaran del servicio militar, posiblemente una herida de guerra. Esas serían sus antiguas herramientas de trabajo.
Denian recordó la promesa que le había hecho a aquel hombre que le había acogido y puso su mano sobre el hombro de la chica.
-Tenemos que irnos... -dijo mirándola a los ojos.
Hannah lo miró en silencio y después volvió a abrazarlo para seguir llorando en su hombro.
-No puedo irme...-sollozó-. Este sitio...es todo...para mi padre...mi padre...
El chico le dio un suave beso en la coronilla y pasado un corto rato se separó levemente, quedándose a pocos centímetros de él.
Denian pudo observar el collar ovalado con inscripciones que le había dado a Dwayn, su momento y se sintió más tranquilo. No iba a pedírselo a la chica, al menos no aún, era bueno que lo tuviera ella.
-Tu padre querría que nos fuéramos..no querría que te quedarás aquí y te encontraran -dijo el chico-. Además, tenemos poco tiempo para irnos. Quizás media hora o incluso menos si los soldados no están demasiado borrachos.
Hannah cogió una bolsa de cuero sin decir nada y comenzó a guardar libros que había en una estantería. Los libros eran demasiado valiosos y ahí había decenas, y aún así ella solo se llevo doce. Si los soldados los encontraban tendrían un botín suficientemente valioso como para ofrecérselo a un rey en señal de respeto.
La chica terminó de guardar los libros y metió algunas verduras y un gran trozo de carne que había envuelto en tela, después salieron de aquella guarida.
Denian guió a la chica entre las sombras en silencio, pero cuando estaban alejándose de la casa en dirección contraria a aquel infernal bosque.
Cuando se estaban acercando a los caballos un centinela que estaba de patrulla les vio y se acercó a Denian, al cual confundió con uno de sus compañeros aunque cuando le iluminó la cara supo que no era de los suyos.
-¡Intrusos! ¡Intrusos! ¡Todos a las ar...!
El chico no terminó la frase cuando la espada del pelirrojo ya le había atravesado el estómago y salía por el otro lado de su cuerpo, pero les habían oído.
Tanto Denian como Hannah corrieron hacia los caballos y tras cortar una de las cuerdas que los mantenían ahí ambos montaron en un excelente ejemplar de color negro con una mancha blanca en la pata delantera izquierda.

Las flechas comenzaron a volar cuando ellos ya estaban a cien metros de la villa, habían huido.

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