miércoles, 25 de noviembre de 2015

La dama de rosa.

La chica de la tienda de flores caminó entre miles de rosas, crisantemos y demás flores con nombres raros en latín.
Llevaba un precioso ramo en las manos con flores de todos los colores y su vestido de color rosa perdía su belleza y elegancia por la vieja luz de led de la floristería.
El viejo tendero sonrió a la chica de pelo corto y blanco como la nieve hasta que esta se fue de su tienda, caminando por las viejas calles su ciudad.
Empezaba a anochecer pero a pesar de ello el sol seguía calentando y el viento en la sombra enfriando.
Ella llegó a su destino. Apartó la pequeña reja de metal y entró en aquel lugar tranquilo y fúnebre.
Caminó entre el cemento un buen rato y se inclinó frente a una pequeña tumba rectangular.
-Te echo tantísimo de menos... -musitó y se sentó apoyando la espalda en el cemento-. Cuando estoy jugando con el bolígrafo, mirando al horizonte e incluso sonriéndole al camarero cuando me trae el café te echó de menos -estaba llorando-. Todo es una mierda, y yo te sigo echando de menos. Eras lo único que hacía el todo bonito, lo único que hacía el todo vivible.

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