jueves, 5 de febrero de 2015

Vuela.

¿Sabes que pasó cuando un pájaro que siempre había vivido en una jaula salió al exterior? Que no supo que hacer. Simplemente todo lo que lo rodeaba lo abrumó, hizo que quisiese hacer mil cosas y al final no hizo ninguna. Hizo que todo en él desapareciese, que todo su ser se fuese al salir. Él había vivido siempre en esa jaula de barrotes lacados en rojo y creía que era el único hogar, el único lugar donde compaginaría, donde viviría con total tranquilidad y felicidad, y eso le hizo perderse lo que de verdad valía la pena.
Ese pájaro no era lo que deseaba ser, no por impedimentos insalvables, si no por los que él mismo se imponía.
¿Sabes cómo acabó? Volviendo a su jaula con una mueca triste en el rostro por todo lo que quería hacer y no hizo, porque por la complacencia ajena hizo que todo lo que formaba su ser desapareciese, porque él no sabía a qué lugar pertenecía, porque él no podía volar en libertad, de hecho, nunca pudo hacerlo. No tenía alas.

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