viernes, 5 de diciembre de 2014

Relato erótico: Ellos.

La luz del sol iluminaba su espalda blanquecina espalda débilmente haciéndola resplandecer. 
Él comenzó a acariciar cada lunar de su espalda, recreándose en cada uno, como si se tratasen de una obra de arte.
Primero el de la nuca, después el del homoplato derecho, más tarde los tres de la espalda... Ella tenía escasos lunares, pero cada uno de ellos era distinto, distinto y bello, a su manera.
Su pelo, rojo como el fuego, casi parecía arder.
La respiración de ella era pausada, lenta, casi nula, si no fuera por el débil movimiento de su pecho se podría pensar que lo único que había de ella era un cuerpo sin vida.  
Un débil suspiró salió de él haciendo que ella saliese de aquel etéreo estado abriendo sus brillantes ojos verdes, verdes como la hierba recién regada, uno podría enamorarse de ellos con tan sólo verlos con el rabillo del ojo.
Ella se giró, poniéndose cara a cara con él, y sin mediar palabra le sonrió y plantó en suave beso en sus labios. 
Él acarició suavemente su cuello devolviéndole aquella sonrisa.
Ambos se miraron intensamente a los ojos, meciéndose el uno al otro con tan sólo una mirada.
Él intentó hablar, pero antes de que pudiese pronunciar aunque fuese una sola sílaba ella le silenció con otro beso.
Sus manos recorrieron todo su cuerpo mientras el beso continuaba, la piel de ella era suave y delicada pero mas acogedora que la seda misma, con cada contacto un pequeño escalofrío le recorría. 
Mientras seguían besándose y él acariciando su piel ella decidió imitarle, bajando su mano hasta el estómago de este, el cual comenzó a acariciar con mucho mimo y cariño. 
Un suave "cariño" salió de la boca de ella en forma de un susurro casi inaudible. 
Las manos de él bajaron poco a poco hasta llegar a sus caderas, las cuales masajeó y mimó durante largo rato. 
Ella se separó de sus labios y le miró a los ojos, incitándole a seguir. 
Él respondió llevando su mano hasta la ingle de ella y acariciándola suavemente, muy suavemente, poco a poco fue bajando hasta llegar a su sexo en el cual se recreó llevando a cabo suaves movimientos en forma de círculo en él, con cada movimiento un pequeño gemido salía de su boca, a veces ella se echaba hacia delante para llegar hasta los labios de él y besarlos, aunque después convertía ese beso en un fuerte mordisco.
Ella no se quedó quieta, llevo su mano hasta su pene y comenzó a juguetear con él.
Pasado unos minutos ambos tenían ese deseo que aflora a menudo en cada ser a flor de piel, casi los engullía.
Él bajó poco a poco besando el cuerpo de ella, con mucho cuidado, se recreó especialmente en sus pechos. 
Eran firmes y casi perfectos, casi como ella. 
Sus pezones eran color canela y de un tamaño extraordinariamente perfecto, como tres u cuatro dedos meñiques de anchos y de alto.
El continuó bajando hasta llegar a su sexo, el que anteriormente había estado masajeando, comenzó a besar a su alrededor y después a mover su lengua en sentido contrario a las agujas del reloj en su interior. 
Con cada vuelta ella se estremecía y ponía los ojos en blanco mientras se mordía el labio inferior, intentando no gemir demasiado fuerte.  
Ella agarró sus hombros, haciendo que se levantase, le miró a los ojos por segunda vez y le sonrió. 
Ella bajó su mano hasta el sexo de él, el cual guió hasta el suyo propio introduciéndolo en él. 
Una oleada de placer recorrió a ambos, haciéndoles gemir al unísono, sobre todo a ella, que dobló los dedos de sus pies sobre las sábanas debido al placer. 
Él comenzó a dar leves embestidas hacia ella, haciéndola gemir fuertemente con cada una de ellas.
Ella se inclinó hacia delante e hincó sus uñas en la espalda de él, rasgándole la piel y haciéndole pequeñas marcas color carmesí. 
Él prosiguió, poco a poco aquello fue haciéndole poner los ojos en blanco debido al placer, estaba apunto de llegar el clímax, y los fuertes gemidos de ella cuando comenzó a acariciar su clítoris no hacían más que intensificar aquello.
Ella había llegado por segunda vez cuando él lo hizo, llegaron al punto álgido de aquella unión al unísono, y un gemido que casi fue un suspiro salió de la boca de ambos a la vez, fusionándose. 

Ya que la semana pasada no subí nada pero estoy sin portátil y me fue imposible subir lo que os estaba preparando, de hecho, esto he tenido que escribirlo y publicarlo desde el móvil.
Un saludo.
David.

No hay comentarios:

Publicar un comentario