sábado, 13 de diciembre de 2014

Léeme.

Escribo esto sentado en el asiento del copiloto en un parque de un supermercado mientras espero. 
Hace frío, no demasiado, a decir verdad.
Intento huir de mí mismo, de la vorágine que puede ser mi mente en estos momentos, pienso en centenas de historias nuevas que crear, en decenas de pequeños momentos que relatar, en miles de sonrisas que describir.
Sólo consigo pensar con claridad en una historia. 
Podría contárosla, pero ese no es el motivo de mi presencia aquí, de hecho, no hay ningún motivo para ella, simplemente quiero haceros míos unos instantes, a todos y cada uno de vosotros.
Imaginaos lo siguiente, ¿de acuerdo?
Cerráis los ojos y oís un pequeño suspiro, uno suave, débil. Abrís los ojos y buscáis al emisor de este. 
Está ahí, es una preciosa boca, con unos labios similares a los de un pétalo de rosa, lo más interesante de estos es que están sonriendo, una bonita sonrisa curvada que deslumbraría y enamoraría al más agrio ser, es bella, es preciosa.
Esa boca desaparece y da paso a un pequeño callejón adoquinado en el que no cabríais extendiendo ambos brazos en forma de cruz. 
Está lloviendo, fuerte, muy fuerte, y el agua cae sobre ti, sobre tus hombros, ¿lo sientes? 
Y ahora, de repente, nada. Solo vacío y oscuridad, todo ha desaparecido, se ha desvanecido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario