Te odio.

Joder. 

Maldito sea aquel pseudo-año junto a ti, maldita sea.  Maldito sea este jodido año que ha visto de todo, desde mi mierda a mi vacío.

Maldito sea cada ápice de vil y jodida putrefacción que se han comido mi alma y han hecho que miles de moscas revoloteen alrededor de mi rostro anunciando una cercana y puta muerte. No me confundas, cariño, no es una muerte literal, si no la muerte de la parte de mi alma que (por desgracia) te pertenece.

A veces creo que te odio y otras que te amo con toda mi puta alma, y maldita sea, así es. El amor y el odio son el mismo sentimiento canalizado de distinta forma, por eso mismo cuando te amo te odio y cuando te odio te amo. 

Eres como un torbellino, como uno de esos huracanes con nombre de mujer que lo destrozan todo cuando pasan, y realmente ahora entiendo porque los llaman así. Destrozáis las almas por las que pasáis como lo hacemos nosotros, pero vosotras dejáis una marca especial, dejáis parte de vuestro ser. 

Dejáis un vacío, un roto o un maldito descosido en mi pantalón de esta semana. Mierda, ¡a la basura! Ahí va a ir ese puto pantalón, y ahí va a ir mi alma, ahí va tu recuerdo para intentar quemarlo de mi cerebro.

Lo peor de toda esta ira es que mañana me olvidaré de que te odio y empezaré a amarte de nuevo y a arrastrarme como un gilipollas (como el gilipollas que soy, más bien) por el puto suelo, rebuscando en la jodida basura e intentando recuperar tu jodido recuerdo.

Eres demasiado tú, eres demasiado destructiva y eres mi perdición. Eres aquella que aparece en mis sueños sin rostro, aquella que me hace sentir como un estúpido loco y anormal, y mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Te necesito como necesito escribir estas letras. 

Te odio, te odio, te odio, te odio, y maldita sea, te AMO. Te amo en letras capitales como lo es la pena que has impuesto sobre mi alma. 

Que le jodan a la vida y que le jodan a la poesía que esgrime toda esta mierda, y que le jodan al mundo. 

Efímero.