miércoles, 8 de julio de 2015

4:40.

Miré a la derecha y después a la izquierda, seguía en aquel maldito lugar, atada a una silla de aluminio y rodeada de unas paredes blancas con manchas de sangre. Hacía frío, demasiado frío y aquello me ayudó a deducir donde estaba. Una cámara frigorífica. 
Tenía las manos en la espalda totalmente inmóviles por la cuerda que las apresaba, era un nudo complejo y bien hecho, no conseguiría deshacerlo.
El otro de cinta aislante que llevaba en la boca no servía de mucho, típico. Mi 'raptor' había visto demasiadas películas de James Bond, sin apenas esfuerzo conseguía quitármela totalmente.
Aquello estaba vacío, habían sacado toda la carne, aunque aún quedaban algunos de los ganchos que se usaban para colgarla suspendidos sobre el techo, daban verdadero miedo.
Miré hacia la derecha, había una puerta de metal y pude observar mi reflejo.
Mi largo pelo rubio revuelto y lleno de barro, mis ojos verdes enrojecidos bajo los que había dos sendas ojeras y mis labios carnosos en los que se podía observar un pequeño corte reciente que aún sangraba débilmente.
Mis recuerdos de como había llegado hasta ahí eran difusos, estaba en una misión haciendo de camarera en el hotel Rich, o sea, sirviendo copas básicamente, y un búlgaro, mi objetivo, se acercó. 
Se presentó con un nombre falso Blagoy Yankelevich, y durante gran parte de la noche intentó ligar conmigo, al parecer esa noche no quería dormir solo.
Al final acepté y una vez en su habitación intenté dejarle inconsciente para sacarle de allí por el balcón, fuera tenía un tosco sistema de cuerdas para bajar haciendo rapel lo más rápido posible y... Craso error. Los dos guardaespaldas entraron en la habitación y me pusieron una bolsa de plástico transparente en la cabeza, querían asfixiarme. ¿Cómo había sido tan estúpida de no impedir que el objetivo diese la voz de alarma?
Al menos, como pude observar en mi reflejo, aún conservaba mi amuleto, un tetragrama que me había regalado mi abuela.
La puerta se abrió y tras ella entró en hombre de casi dos metros con los ojos azules y totalmente calvo, daba miedo.
-¿Para quién coño tú trabajar? -dijo con un marcado acento búlgaro.
No dije nada y él sin mediar palabra me dio un fuerte golpe en el abdomen con la llave de tubo que llevaba en la mano izquierda, era zurdo.
-¡Contesta! -bramó.
No dije nada y el repitió su acción. Sentía como me faltaba el aire y se me oprimía el pecho, y sentía que estaba muerta. La teoría del bien mayor dicen que se llama. 
Si hubiese dicho quien era su jefe habrían intentado sacarle los códigos, y eso hubiese sido muy, muy malo. 
El ruso siguió preguntando hasta que al fin terminó de romperle las costillas a la joven. Las venas de su cuello comenzaron a inflamarse, síntoma de que habían conseguido perforarle un pulmón, pero ella aguantó el tipo hasta que al fin aquel estúpido búlgaro irresponsable le rompió el esternón casi sin darse cuenta y acabó del toda con la vida de esta. 
Cuando su superior, que esperaba fuera, oyó caer la llave al suelo la cual produjo un tintineo metálico entró en la cámara y al ver el cadáver y oír que su subalterno no había conseguido lo que necesitaban le plantó una bala entre los sesos. Ya había dos cadáveres en aquella sala que tirar al río.



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