jueves, 18 de junio de 2015

Almas soñadas.

Ella me miraba desde el otro lado de la habitación, sin apartar ni un solo instante sus ojos marrones ojos de los míos sonrió, y esto provocó que su ojo izquierdo se cerrase un poco más que el derecho.
Ninguno de los dos decía nada y el silencio reinaba en aquel lugar, aunque no era un silencio cualquiera. Era un silencio de almas y sentimientos, era uno tan etéreo que casi podías sentirlo entre los huesos, como si te calase.
Ella se puso en pie y su pelo castaño se movió con suavidad tapándole el ojo izquierdo, ese que le daba esa cualidad tan especial y única cuando sonreía. 
Él miraba en silencio todo aquello, sin decir nada, simplemente observaba con una expresión entre asustada y anhelada.
Echaba de menos sentir aquello, sentirla cerca a pesar de tenerla a más de quinientos kilómetros, sentirla a su lado a pesar de saber que ya no estaba, y por eso le gustaba tanto dormir desde que la había perdido.
Ella ya estaba frente a él, mirándolo con cariño y amor, un amor único y verdadero que nadie sería capaz de describir nunca, nunca jamás, ya que es simplemente algo que se siente y hasta ahora no hay ni una sola palabra para describir tal sensación.
Lo miró y se acercó a él sin decir nada, simplemente antes se apartó el pelo de la cara y sonrió, sonrió como lo había hecho aquel día.
Un agudo pitido sonó, era la alarma de su móvil y todo había sido un sueño, de nuevo. 
Él estaba empapado en sudor y había estado llorando mientras soñaba, nada nuevo. 
Al menos había merecido la pena, dos almas retorcidas se habían encontrado aunque fuese a través de un sueño.

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