domingo, 22 de marzo de 2015

Cernirse.

Ciérnete sobre mí. Esas fueron las ultimas palabras de la belleza inmortal, lo último que dijo antes de que la mortalidad se echara sobre ella acabando con todo su ser.
La piel de la mortalidad era totalmente pálida, pálida como una pieza de marfil, blanca como la nieve, blanca como la pureza, sin embargo, lo mortalidad era negra. Era malvada. Era ruin. Rastrera.
La mortalidad acabó con todo eso que apreciábamos.
El amor verdadero, las sonrisas de total felicidad, el destelleo de unos ojos tras ver alguien que podruce mariposas en el estómago...
La mortalidad fue mordaz y acabó con todo aquello que ahora vuelve a nosotros como sus inmortales lacayos de piel, carne, hueso e imperfecciones.

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