viernes, 3 de octubre de 2014

Demons. - ¿Recuerdos?

Salí de casa en el mismo momento en que el cielo empezaba a iluminarse, anunciando un nuevo día.
Me metí en el coche, encendí el motor y aceleré rumbo a la playa.
Al ser tan temprano apenas había tráfico, así que llegué a mi destino en menos de diez minutos.
Una vez allí apagué el motor, me quite los zapatos y los calcetines y baje del coche, al instante la arena húmeda se escurrió entre los dedos de mis pies descalzos, provocandome un leve escalofrío, saqué mi móvil del bolsillo izquierdo de mi pantalón, me puse los cascos, programé el reproductor para que se reproducieran canciones aleatoriamente y volví a guardar el teléfono en el mismo bolsillo en el que yacía anteriormente.
Comencé a caminar por la orilla, corriendo hacía la derecha cada vez que una ola rompía cerca de mis pies para evitar que se mojasen, como cuando era pequeña.
Pronto hubo amanecido, me senté en la arena y miré directamente al sol a los ojos, desde pequeña había creído que tanto el sol como la luna tenían ojos, boca, nariz y oídos. También pensaba que eran dos amantes separados por el destino que solo podían verse durante los eclipses en los que se fundían en un solo ser.
El gélido tacto del agua rozando la punta de los dedos de mis pies me sacó de mis infantiles fantasías. Me puse en pie y corrí hacía el coche, lo puse en marcha y empecé a conducir hacía mi siguiente destino.
Esa última visita a la playa despertó en mi mente viejos demonios del pasado.
- Bah, da igual, este es mi último día en este estúpido y egoísta mundo. -Me dije a mi misma.
Una vez en mi destino volví a desmontar del coche, presioné el botón del ascensor y esperé a que bajará hasta mi planta, mirándo impacientemente la pequeña pantallita que había al lado de la puerta del elevador, la cuál marcaba en que planta estaba este.
El ascensor bajó hasta mi planta y de el salió Jesús, mi vecino.
- Hey, ¿qué pasa María? -Dijo jovialmente y con una sonrisa de oreja a oreja a modo de saludo.
- Hola Jesús... ¿Qué tal esta tu madre con lo de la cadera? -Dije aguantando la puerta para que no se cerrase.
Su madre tenía un pequeña problema en la cadera y dentro de unos meses tendrían que operarla.
- Ya esta mejor, oye María, tengo prisa, me esta esperando mi chica en el parque, ¡ciao! -Dijo saliendo a paso rápido del vestíbulo.
Entré en el pequeño cúbiculo que formaba el ascensor y pulsé el botón que me llevaría a mi planta, el sexto. La música seguía sonando a través de los cascos que estaban conectados a mi móvil, yo solo llevaba uno puesto en el oído derecho.
Pronto estuve en mi piso, me dirigí hacía lo cocina y cogí el objeto que me esperaba en ella, después fuí hacía el baño y lo puse sobre mi muñeca, mirándolo con lágrimas en los ojos. Ya había intentado hacer lo que iba a hacer hoy otras veces y nunca me había atrevido a hacerlo...
Desde hacía tres años mi vida se había convertido en un infierno... Mi marido me había dejado por una chica más joven, mis hijos habían empezado a odiarme por culpa del manipulador de su padre, mi hermano había muerto en un accidente, mis amigas me habían dejado de lado sin motivo alguno y estaba a punto de perder el trabajo, ¿qué más daba si desaparecía? Nadie me echaría de menos.
Me decidí a hacerlo, ni una lágrima más, desaparecería de este mundo de una vez por todas.
Miré el cuchillo e hice un rápido y limpio corte sobre mis venas, empecé a desangrarme.
Antes de darme cuenta había perdido la consciencia, solo veia oscuridad.
En el momento en que la sangre dejó de fluir por las venas de María empezó a sonar "Demons" de The Wanted...
- You have a natural sway, and you know how sweet you taste but i can't take your flame. Like a bullet through my veins, as you scratch beneath my skin, my resistence crumbling. I cover up but it shows. But I guess you know you can't stop right now watch doing. I know got needle in my brain and a nick in my bones. I cannot do a damn thing cause nobody's home and it's hell... -Resonaba por los auriculares que yacían junto al cuerpo sin vida de María, una chica joven, estaba en la flor de su vida, sólo tenía veintiséis años.

Este relato es un pequeño recuerdo para mí, tendrá alrededor de un año y bueno, ¿por qué reeditarlo? ¡Que se quede así!
Un saludo.

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